domingo, 26 de octubre de 2014

La nueva imagen de Governor's Island



Governor’s Island es una pequeña isla de aproximadamente 70 hectáreas al sur de Manhattan. Desde 1783 a 1966 funcionó como base militar. Los siguientes 30 años perteneció a la Guardia Costera. Tras diversos procesos administrativos e intervenciones en los edificios existentes y especialmente a nivel paisajístico, finalizadas en 2012, la isla abre sus “puertas” de Junio a Octubre para los neoyorquinos y numerosos turistas visitantes, con diversos eventos culturales a lo largo de la época estival. Figment es uno de ellos. Un evento de arte de libre participación, constituido 100% por el entusiasta trabajo de numerosos voluntarios, que tiene lugar durante un fin de semana completo.

Un caluroso y húmedo (condiciones nada extrañas tratándose del verano neoyorquino) domingo de Junio, anduve desde mi apartamento del Lower East Side al mastodóntico Battery Maritime Building, desde donde salen los ferries desde Manhattan a Governor’s Island. Tras esperar unos 15 minutos conseguí subir al ferry donde se mezclaba una diversidad absoluta de personas disfrazadas con alegres y llamativos atuendos.


Al llegar a Governor’s Island descubrí que el conjunto de colorido que se agolpaba a mi alrededor en los apenas 7 minutos de recorrido por el agua, no era más que una mera transición hacia lo que me esperaba allí. Todo tipo de construcciones efímeras, instalaciones, performances y juegos se esparcían por la verde explanada de hierba con vistas al Distrito Financiero de Manhattan. 


Un pabellón arquitectónico construido enteramente de vasos de plástico reciclados (30.000 unidades) diseñado por CDR Studio, fue el resultado ganador de una competición arquitectónica que ya va por la cuarta edición.


Una divertida pista de minigolf, esculturas interactivas, juegos de construcción infantiles e incluso una casa en un árbol eran otros de los divertimentos que ofrecía Figment.

No sólo actividades exteriores sino performances e instalaciones visuales y de audio (algunas de carácter más abstracto y de libre interpretación para el visitante que interaccionaba con las obras) tenían lugar en el interior de las construcciones existentes.


La jornada terminó al ritmo de un DJ subido a lo alto de un alegre autobús azul (The Blue Byrd Bus, que se pasea por diversos eventos neoyorquinos durante los meses de verano). Muchos de los asistentes, con sus variados atuendos y complementos, bailaron eufóricamente en la explanada hasta que llegó la hora de irse y formar una larguísima fila para tomar el ferry de vuelta. A nadie parecía importarle el previsible tiempo de espera. Tras una intensa jornada de intercambio creativo, sólo había espacio para sonrisas de satisfacción.

Texto y fotos: Ángela Pons. www.angelapons.com

Boterismo tauromáquico

Esta es la historia de un joven aprendiz de matador que un día, tras mirar a los ojos de un becerro en el ruedo, descubrió que era mejor manejando las acuarelas que el capote.


Fernando Botero (Medellín, Colombia, 1932) no ha dejado nunca de ser un apasionado por el mundo de los toros. De adolescente, su admiración por el pintor y cartelista mexicano Carlos Ruano Llopis le animó a comenzar a realizar pequeñas acuarelas taurinas. Desde entonces, no pocas de sus creaciones giran en torno a una temática taurina. 

Seis décadas después, unas 140 pinturas al óleo y 35 dibujos del artista colombiano han sido seleccionados para dar forma al libro “Bullfight”, una recopilación única que ofrece una visión completa del tema más icónico de Botero, la tauromaquia. 



Botero, que pese a su avanzada edad conserva toda una lucidez asombrosa, confiesa que la tauromaquia contiene elementos mágicos para el artista: colores vívidos, movimientos dinámicos, espectáculo, violencia y belleza. Elementos como el traje de luces, el ruedo con su barrera, la arena o el público de la plaza de toros facilitan la vida del artista.

Pero el colombiano, considerado uno de los artistas vivos más importantes de nuestro tiempo y con cientos de exposiciones de pinturas, dibujos y esculturas a sus espaldas, aporta su particular estilo también al mundo taurino: figuras voluminosas, representaciones voluptuosas, juegos de escalas, espacios y volúmenes particulares e inconfundibles en su obra. El torero, el picador, su caballo y el propio toro son reproducidos con exageración en esta colección, que no escapa del inequívoco sello de Botero. 


El premiado artista no es ajeno a la controversia que despierta la tauromaquia, pero defiende su valor artístico y cultural. Para el de Medellín, los toros son arte y una parte de la cultura española y seguirán vigentes porque “el arte no puede desaparecer”.

A sus 82 años, el artista confiesa que mantiene intacto su ritmo diario de producción.  “Soy un trabajador incansable y lo hago por placer, es un pequeño éxtasis que uno siente durante horas”, aseguró, a la vez que agradeció poder dedicarse a crear arte, “la profesión mas bella del mundo”. 

El padre del Boterismo, que no se cansa de repetir que quiere ser recordado como pintor, asegura que le da más satisfacción que la gente humilde valore su trabajo a que lo haga un persona cultivada. 


La editorial Glitterati ha apostado de nuevo por publicar una recopilación temática de trabajos de Botero tras el éxito cosechado con “Circus”, publicado en 2011 y que recogía la obra del artista dedicado al circo ambulante. 

Para la editora no existe riesgo de que la temática taurina pueda ser controvertida para el público norteamericano y defendió el valor artístico de la tauromaquia, como antes lo hicieran Goya o Picasso. Glitterati ha tenido un especial cuidado en el diseño del libro, en manos del valenciano Pau García, que repite como director artístico de la publicación tras su trabajo en “Circus”. 

“Bullfight, paintings and works on paper” fue presentado el pasado 16 de noviembre a nivel mundial en la Americas Society de Nueva York. 

Crédito fotos: Bullfight: Paintings and Works on Paper by Fernando Botero copyright © 2014, published by Glitterati Incorporated/www.GlitteratiIncorporated.com

(Artículo publicado originalmente para la agencia de noticias dpa).


lunes, 6 de octubre de 2014

Vida y muerte de una terminal de aeropuerto


1956. Terminal 5. Aeropuerto John F. Kennedy (entonces Idlewild). Nueva York. Comienza la construcción de la terminal de la compañía Trans World Airlines, diseño del arquitecto Eero Saarinen, el cual murió en 1961, un año antes de que su futurista y dinámica apuesta fuese terminada y comenzase a funcionar.



Una oda al vuelo construida en hormigón armado. La metáfora del ave que despega o aterriza con sus alas desplegadas. Su estructura aerodinámica, sus grandes ventanales, sus bóvedas interiores…todo el diseño final se completó tras un complejo desarrollo que tuvo como herramienta base modelos a escala en los que se comprobaba el comportamiento estructural (basado en las bóvedas de crucería gótica) y lumínico de este complicado proyecto.


Saarinen estudió el comportamiento y las fluctuaciones de los usuarios de aeropuertos para llegar a esta disposición de único gran vestíbulo en planta baja (gran espacio en el que interaccionan escenas, acciones y circulaciones de pasajeros) y planta primera en altillo, con espacios servidores como cafetería, restaurante o salas privadas.


Pese a su novedoso comienzo y el haber sido la primera terminal de aerolíneas en usar cintas para equipajes o pantalla electrónica de vuelos (entre otros dispositivos tecnológicos), la terminal de la TWA, como el resto de innovaciones culturales o científicas, sintió el paso del tiempo. La cercanía de los accesos a la calle, el incremento exponencial de pasajeros o las dificultades de implementación de seguridad sobre el diseño original, contribuyeron a la evolución de su ineficacia.



40 años después de su flamante puesta en escena, y tras la adquisición por parte de American Airlines de la TWA (que sufrió un deterioro financiero en la década de los 90), la terminal 5 quedó fuera de servicio, y en 2005, tras la inclusión del edificio de Saarinen en el Registro Nacional de Lugares Históricos, comenzaron las obras de ampliación de Jet Blue, adaptando parte de la antigua terminal a sus nuevas instalaciones. Algunas porciones del diseño original se demolieron, dejando el edificio central como flamante entrada de acceso a esta nueva terminal adyacente, completada en el año 2008.



El 13 de Octubre del 2013 pisé por vez primera el interior de este icónico edificio (tan reconocible en mi imaginario arquitectónico tras haberlo visto referenciado innumerables veces por profesores y libros durante mis años de universidad). Fue el supuesto último día que la terminal abrió sus puertas al público.


Actualmente el espacio original se encuentra bajo proceso de revisión de planes inciertos de convertirse en lobby y restaurante de un nuevo hotel. El estado de protección bajo el cual se encuentra el edificio ha dificultado un acuerdo definitivo. Gracias a los esfuerzos de OHNY (Open House New York), un año después vuelve a abrir sus puertas de nuevo durante unas horas (sábado 11 de Octubre) como parte de la programación del “ OHNY Weekend 2014”, enmarcada dentro “ Archtober “, el mes de la arquitectura y el diseño en NYC.


Habrá que esperar un tiempo para descubrir qué depara el futuro a la que hace más de medio siglo fue catedral de la aviación.

Texto y fotos: Angela Pons. www.angelapons.com