jueves, 27 de febrero de 2014

Un film-ballet protagonizado por manifestantes

Pancartas con proclamas en lugar de lanzas, policías cual molinos de viento y un particular manifestante como un Alonso Quijano de nuestros tiempos, entregado a una cruzada en favor de los derechos ciudadanos. Son algunos de los elementos de Demonstration, un documental español rodado por estudiantes de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, dirigido por el aclamado cineasta ruso Victor Kossakovsky y que ofrece una versión quijotesca de las manifestaciones acaecidas en Barcelona durante el año 2012 con motivo de las dos huelgas generales. Ahora, el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MOMA) nos permite verla por primera vez en Estados Unidos. 
El 29 de marzo de 2012, miles de españoles se lanzaron a las calles en todo el país para protestar por las medidas de austeridad del gobierno, en la primera de las huelgas generales sufridas por el ejecutivo de Mariano Rajoy. La manifestación fue el leitmotiv elegido por los 32 alumnos del Máster en Documental de Creación de la Pompeu Fabra que, siguiendo las instrucciones de Kossakovsky, salieron a las calles cámara en mano para recopilar material audiovisual sobre las protestas.
“El tema del documental fue propuesto por los propios alumnos y desde el principio creí que era buena idea”, asegura Victor Kossakovsky (Leningrado, 1961), autor de los premiados documentales ¡Vivan las Antípodas! y Hush. “Las manifestaciones son algo común y recurrente en todo el mundo, pero me sigue impresionando ver a toda la gente que acude a ellas de una manera que parece caótica pero que no lo es en absoluto”, afirma.

Dentro de un protagonismo colectivo, un personaje emerge sobre todos: Pere, un entrañable manifestante muy conocido en las calles barcelonesas por su activismo social. “Revisando el material grabado observamos que una persona destacaba sobre las demás y aparecía en buena parte del metraje, pero además nos llamó la atención su actitud y discurso quijotesco”, comenta Kossakovsky.
El movimiento de los manifestantes, los transeúntes, los periodistas, el ir y venir de los coches de policía y las ambulancias y el propio vaivén de los estudiantes tomando planos en continuo movimiento inspiró al director la idea de incorporar música de ballet al documental, en concreto el Don Quijote del compositor austriaco Ludwig Minkus. Un alumno apuntó entonces que la Ópera de Barcelona representaba durante aquellos días esta obra, y al momento la conexión quedó patente. El resultado: un film-ballet de efectos imprevisibles.
En palabras de los creadores, la película es el resultado de una suma de increíbles casualidades, como la aparición de Pere, la escenificación del ballet Don Quijote en Barcelona esos días y la convocatoria de una nueva huelga general en noviembre que les permitió volver a salir a grabar a las calles de manera más premeditada. El espectacular resultado logró incluso que lo que en principio era una práctica académica evolucionara a una película que ahora recorre los circuitos internacionales.
“No pretendo juzgar el motivo de la manifestación, ni la situación en España ni la actitud de Pere, el quijotesco manifestante”, subraya Kossakovsky, “sino mostrar al espectador que las movilizaciones ciudadanas son universales y tienen también un componente estético y rítmico”. De hecho, el documental destaca por la belleza de muchos de sus planos y un buen número de impactantes imágenes acompañadas por un dinamismo motivado por la elección musical y que, en ocasiones, tiene un efecto alienante.
Aunque se encuentren las similitudes con The Square (La plaza), el documental sobre la revolución egipcia en la plaza Tahrir, o el propio 99% protagonizado por el movimiento Occupy Wall St., Demonstration se aleja de la crítica política y de las razones que motivan a los manifestantes a salir a las calles, para centrarse en objetivos más estéticos y menos comprometidos políticamente.
La obra coral, rodada por los 32 alumnos del máster (el mismo número de vueltas que debe ejecutar la bailarina del ballet en un mismo sitio) fue objeto de un largo y difícil proceso de edición. La enorme cantidad de material y la necesidad de incluir planos de cada uno de los estudiantes supuso un reto para Kossakovsky, que asegura estar “muy satisfecho con el resultado del documental”.
Igual de satisfechos se muestran los alumnos del máster y también artífices de la obra: “aprendimos el proceso de creación de una película de la mano de un genio del cine documental”, asegura Daniel Calderón, uno de los estudiantes, que además destaca “la generosidad de Kossakovsky y su fuerte personalidad”. Sin embargo, reconoce que “algunos estudiantes hubieran deseado una implicación política y un compromiso social más evidente en el documental”.
Preguntado por esa situación social y política en España, Kossakovsky concluye que “el momento que vive España es diferente al que sucede en otros países” y que los manifestantes españoles son “más pacíficos”. En plena crisis política ucraniana, no duda en citar Kiev y la situación actual en este país como contrapunto a cómo se desarrollaron las manifestaciones españolas del 2012.
Demonstration tuvo su estreno mundial en el Festival Internacional de Cine Documental de Amsterdam, en noviembre del año pasado, donde fue seleccionada en la sección Masters. Tras exhibirse en Moscú y San Petersburgo, el Museo MOMA de Nueva York proyectó el documental los pasados 25 y 26 de febrero en su sede de Manhattan.

Artículo escrito para la agencia dpa. 

martes, 18 de febrero de 2014

Otelo, la Pantera / Othello, the Panther

Casting call. Audición. Nervios…o no: una más. Pero de repente, sí: callback, sides, oferta y ensayos. A velocidad de vértigo se monta la producción, se entretejen magistralmente verso y slang, se derriban los prejuicios, se formula el hechizo. Aaaaaaand, lights! Aplauso. 


A veces uno persigue feroz y denodadamente el camino que cree que le va a hacer más feliz en su vida: haciendo planes, adquiriendo formación, poniendo alarmas, haciendo listas de pros y contras…y otras uno cae en la cuenta de que está muy cerca de ser feliz sin haberlo planeado, tras haberse rendido a un instinto al que de algún modo sabía que tenía que ser fiel.


Del primer modo persigue el hombre (racional) sus objetivos; lo segundo sucede cuando nos rendimos a la voluntad de Dios, cuando tenemos la humildad y valentía suficiente para estar por encima de las etiquetas conceptuales y recordar qué es lo que nos guía, cuáles son nuestros sellos de identidad (o, como pregunta en cada ensayo el director de “Othello, The Panther”, Rajendra Ramoon Maharaj, “What do you stand for?”). Así opera también la pantera, guiándose por su instinto. Del primer modo fui a dar en esta magnífica adaptación del clásico de Shakespeare, y del segundo me quedé en ella. 


“Othello, The Panther” traslada la trama clásica a los eventos que en 1982 en Oakland llevaron a la disolución oficial del Partido de las Panteras Negras de Autodefensa. La obra ha sido co-adaptada por Rajendra Ramoon Maharaj y Jonas Earl Goslow, quien además interpreta con una técnica tan formidable como invisible a uno de mis villanos teatrales favoritos: Iago. Kena Anae coge a Otelo por los cuernos y vaya si lo torea con maestría. Mi admiración va también por supuesto al resto de principales, impecables cada uno en su papel1. Mención especial merece Nathaniel Ryan, en su papel de Casio, como ejemplo de profesional que se supera en cada ensayo y humildemente entrega al público los frutos de ese durísimo trabajo. ¿Y tú qué haces, chata? os preguntaréis…yo soy parte del ensemble y suplente de Isabella, la madre de Desdémona (padre en la tragedia de Shakespeare). “Othello, The Panther” se puede ver, por el momento, de jueves a domingo hasta el 23 de febrero en el histórico Nuyorican Poets Café en el Lower East Side neoyorquino (www.nuyorican.org) y digo por el momento porque tengo la certeza de que no será la última vez que esta obra se lleve a escena.


Maite es una actriz que lleva sus docenas de meses por Nueva York. Podría ser una más, otra españolita que vino al mundo y a la que Dios guarde, otra de las miles de actrices, de los miles de cineastas, de las hordas de modelos, fotógrafos, bailarines y hasta diseñadores que llegan a la Gran Manzana buscando su oportunidad. Algunos venden su alma al diablo, otros se reinventan, hay quien construye espectáculos para autoparodiarse y no falta, incluso, quien llega a la fama. 

Maite, de alguna manera, ya ha llegado. Porque cree en lo que hace, y porque dejó su vida convencional en España por un sueño que por empezar a cumplir tarde no significaba que no pudiera lograrse. Su vida neoyorquina gira en torno al teatro. Sus conversaciones son sobre audiciones. Sus redes sociales rezuman reseñas artísticas. Como nada es casualidad, ahi está, cual pantera negra, autodefendiéndose con trabajo y sonrisas. Quizá Nueva York la devore, como pasó antes con otros, pero ya es tarde para hacerla olvidar que su vida está encima de un escenario.

English version.

Casting call. Audition. Nerves…or not: one more. But suddenly, yes: callback, sides, role offer and rehearsals. At the speed of light the production is put up, verse and slang are masterfully interwoven, prejudices are overthrown, a spell is cast. Aaaaaaand, lights! Applause.

Sometimes one pursues the path that one thinks will lead to happiness in a fierce and dauntless manner: making plans, acquiring training, setting up alarms, making lists of pros and cons…other times one realizes how close to happiness one is without making any plans in advance, after having surrendered to an instinct that somehow one knew one had to be faithful to.

The first way is how (rational) men pursue their objectives; the second is what happens when we surrender to God’s will, when we have the humility and courage enough to rise above concepts and labels and we remember what it is that guides us, what our signature traits are (or, like the director of “Othello, The Panther” Rajendra Ramoon Maharaj asks in every rehearsal “What do you stand for?”). That is also how the panther operates, guided by its instinct. Following the first route I ended up being part of this magnificent adaptation of Shakespeare’s tale, and following the second one I stayed in it.

“Othello, The Panther” takes the classical plot to the events that in Oakland 1982 led to the official dissolution of the Black Panther Party for Self Defense. The script has been co-adapted by Rajendra Ramoon Maharaj and Jonas Earl Goslow, who also plays one of my favorite stage villains: Iago, and he does so resorting to a technique that is impeccable because it is invisible. Kena Anae “grabs Othello by the horns” and my does he fight him fiercely! My admiration also goes to the rest of the principals, each of them brilliant in their roles3. Special mention must be made of Nathaniel Ryan, as Cassio, for being an example of a professional who rises above hardship in every rehearsal and humbly hands the fruits of that labor to the audience. “¿And what do you do in the show, dear?” you might be asking…I’m part of the ensemble and cover for Isabella, Desdemona’s mother (father in the Shakespearean tragedy). “Othello, The Panther” can be seen, for the moment, Thursday through Sunday till February 23rd at the world famous Nuyorican Poets Café (www.nuyorican.org)…and I say for the moment because I’m certain that this will not be the last time that the script is staged.


Maite is an actress who’s been around New York City for some months now (more than two years!). She could be another “little Spaniard that came to the world, God bless her”, another amongst the millions of actors, the thousands of filmmakers, herds of models, photographers, dancers or even designers that arrive to the Big Apple looking for their opportunity. Some sell their soul to the devil, others wear out, there are those who put up self parody shows and of course, also, those who achieve fame.

In a way, Maite has already achieved this. Because she believes in what she does, and because she left a conventional life in Spain to pursue a dream: she might have started to do so late, but that didn’t mean it couldn’t be fulfilled. Her life in New York revolves around the theatre. She talks about auditions. Her social networks ooze with artistic reviews. Since very few things happen by chance, there she is, like a black panther, defending herself. Maybe New York will devour her, like it did with many others before, but it’s too late to make her forget that her life is onstage.



sábado, 15 de febrero de 2014

El fotógrafo de guerra que no supo vivir en paz

“Robert Capa sabía que la guerra no se podía retratar, porque es más que nada una emoción”, escribió Robert Steinbeck.

El autor y compañero de viajes del fotógrafo añadió: “Pero aún así lo hizo, a su lado. Podía mostrar el horror de un pueblo a través del rostro de un niño”.

Enmarcadas en blanco y negro, Capa retrató cinco guerras, ganándose su reputación durante la Guerra Civil de España en 1936 y luego cubriendo la Segunda Guerra Sino-Japonesa, la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Árabe-Israelí de 1948 y la Primera Guerra Indochina. 


Sus fotos de esas guerras siguen siendo las más icónicas, desde el “Soldado caído” a los “Once Magníficos”, una serie que hizo con las tropas estadounidenses cuando desembarcaron en la Playa de Omaha durante la invasión del Día D. Sin embargo, en “Capa a Color”, la exhibición con la que el Centro Internacional de Fotografía de Nueva York celebra el centenario del nacimiento del fotógrafo, apenas hay rastro de ese dolor granulado en 35 milímetros.

Un paseo enrollado en bufandas para refugiarse una hora del frío del invierno que ruge implacable en la calle y los charcos de hielo sucio casi imposibles de cruzar con los calcetines secos ofrece no sólo un vistazo a su obra en colores vibrantes sino también su manera personal y traumática de abordar la tranquilidad que sigue a la tormenta.



Esta muestra de fotografías presenta al mundo un lado radicalmente diferente de la carrera de Capa, cuando tuvo que –al igual que tantos de los que impulsamos la rueda incesante de la Máquina— reinventarse dentro de su profesión.

Nacido en Hungría con el nombre original de Endre Friedmann, Capa empezó a trabajar como fotógrafo en Berlín, pero se mudó a Nueva York cuando estalló la Segunda Guerra Mundial y ahí se cambió de nombre para ocultar su linaje judío. Mientras iba leyendo su biografía por las paredes, no pude dejar de preguntarme qué pensaría Capa si estuviera vivo ahora, en esta ciudad, cuando todos inmortalizamos nuestras vidas con instantáneas telefónicas con marcas de manzanas y moras.


Si bien la película en color de Kodak era algo complicada de usar para un fotógrafo activo como Capa, ya que requería mucha luz y una apertura de diafragma amplia, sin mencionar el revelado que se tenía que hacer en las plantas procesadoras de Kodachrome de la compañía, la exhibición, abierta hasta el 4 de mayo, revela que experimentó con el color brevemente durante la Segunda Guerra Mundial. Así por ejemplo, vemos fotos íntimas de soldados a bordo de un buque de la Marina y fotos asombrosas del frente en Túnez, incluyendo la captura de un tanque alemán, con una bandera nazi en un vívido color rojo que hace imposible no pensar en la sangre derramada que manchó tantas conciencias.

La historia de la guerra se ha guardado en blanco y negro. Y así, esta exhibición muestra el mundo después de la tragedia: la moda de París, las pistas de esquí de los Alpes, los días estupendos de playa con Picasso para revistas como Life y Collier’s. Sin embargo, muy pocas de estas pocas fotos han visto la luz desde que fueron publicadas y eso, como profesional consciente de lo efímero de la actualidad, se agradece como un regalo traído de otra era.

Pero más allá del glamour, las copas de cognac y las largas veladas de partidas de cartas que pintan una etapa entusiasmada por los colores de algodón y ángulos suaves, se intuye una especie de timidez y reniego, que sin llegar a ser vergüenza, sí sugiere el dilema del artista de vocación que siente que vendió su alma al diablo vestido de traje y carga un maletín de piel italiana con el jugoso contrato que financiará un viaje más y dará un suspiro a esas facturas pendientes.


Pero Capa se saturó de color y paz, así que cuando estuvo decidido a volver a encarar el mundo que conocía –el conflicto simplificado a la sencillez binomial de la luz y la carencia de ella—, embarcó a Indochina para morir accidentalmente poco después. La vida empieza y termina en un segundo, el mismo en que se tarda en pisar una mina o disparar una cámara. El reflejo del tiempo de Capa muchas veces fue resultado de la casualidad benévola pero fue la mala la que lo inmortalizó.

Un siglo después del nacimiento de Capa, sus fotos siguen cautivando a la gente. Ya sea el sufrimiento concentrado en una superficie dimensional o la complicidad del abrazo entre un padre y un hijo, su legado es la emoción palpable. Al fin y al cabo, fue el propio Capa quien definió el orden de su trabajo: “A la hora de sacar fotos primero va la mano, luego el corazón y por último el ojo”.

sábado, 8 de febrero de 2014

Días Estupendos

Es el verano el momento al que uno siempre quiere volver, aunque presuma de que le guste más el invierno. Es el estío el tiempo para el que uno reserva las más notables escapadas (algunas duran una semana, otras más de medio año y hay de las que no terminan nunca), prepara reencuentros, anhela añadir nuevos nombres a la lista de lugares visitados. Cuando las experiencias vividas se recuerdan de tal manera que, años después, quedan en nuestra memoria como “aquel verano en el que viajamos a la costa gaditana” o “ese agosto que pasamos en el camping de la Costa Brava”. Siempre unidas a una compañía concreta, porque sin compañeros de viaje, la mayoría de las veces, no hay viaje. Puede que sea el verano que nos convencimos de que íbamos a terminar viviendo cerca de una cala ibicenca o de que una casa rural con huerto y gallinas en los bosques asturianos era el destino vital ideal. Es el verano el que se graba en nuestro subconsciente para recordar nuestra primera vez de casi todo, el olor a crema solar, la frescura de un rocío al amanecer en la montaña o un atardecer en Sant Antoni con banda sonora de Café del Mar.

A esos lares que desde aquí parecen tan lejanos me trasladó “Días Estupendos”, la sorprendente obra del madrileño Alfredo Sanzol (ganador del premio Max de teatro por esta pieza en 2012), cuando un pequeño y coqueto teatro del East Village neoyorquino me la mostró casi por sorpresa. La dirección, de Ignacio García-Bustelo, trabajada y notable. Con excelente transición entre las 13 escenas (recortadas de las 16 originales) y una fuerza en la representación que va de menos a más, como el propio guión. Como el propio trabajo de los protagonistas, cinco españoles de esos que se abren camino en tierras americanas, y bajo el paragüas de AENY (la asociación de artistas de Nueva York). Actores que cambian registros con la rapidez que el espectador necesita para sentir como propios cada uno de los sketches, en escenarios siempre veraniegos, siempre ibéricos, siempre tan nuestros. Y es ahí donde destacan Pep Muñoz, notable en su parte cómica, y Maria Peyramaure, creíble en todas y cada una de sus apariciones. Ella, la que te mira tras la actuación con cara de yoatiteconozcoperonosédequé con una timidez tan marcada como la energía que muestra sobre el diminuto escenario del IATI Theater. O eso se imagina uno.

Días estupendos que me impedirán para siempre volver a subir al Empire State con la persona que quiera, por si acaso nos ataca la aplastante lógica de dejar a alguien a quien quieres por miedo a que esa pasión haya alcanzado su pico. Días estupendos de escapadas con amigos, aunque alguno de ellos se folle a un melón y seamos testigos ocasionales. A veces es un melón, en ocasiones una cabra, pero todos hemos oído historias semejantes y más o menos cercanas. Forma parte de la huella hispana, de la piel de toro, de las llanuras bélicas y los páramos de asceta, de la diversidad cultural que no deberíamos dejar que se desintegrara, porque aquí todos reconocemos como próximas esa historia del etarra puesto en libertad, o del muchacho de ciudad que acompaña por primera vez a su tío pagés por esos valles catalanes de los que ya no se querrá alejar, o incluso de esas paradojas de torero andaluz con súbito amor por los animales. Historias no tratadas antes, cierto, pero no por ello ajenas a nuestra cultura colectiva, a nuestro ADN de españolitos.

Y, entre todos, destacando, asombrando por su lucidez, el extraordinario texto de “lecciones de vida”, la mejor de las escenas y la menos veraniega, la más lograda de las interpretaciones de María Cuartero, la otra actriz en el elenco. Un momento de iluminación prodigioso de Sanzol que logra en pocas palabras sintetizar aquellas premisas que olvidamos con tanta facilidad como el verano llega a su fin cada año. Cuando algunos empezamos a compartir en voz alta la manera en la que educaríamos a nuestros descendientes, asunciones tan simples y tan difíciles de asimilar como “serás libre, podrás hacer lo que quieras con tu vida, sé valiente y recuerda que no estarás aquí para siempre” son bocanadas de realismo, casi mágico. Fue un gran amigo el que me dijo que tener hijos era una manera de no morir. Días estupendos si somos capaces de recordar, algún día, estas lecciones, incluso dirigidas a un predictor que acaba de darnos la buena nueva.


Son días estupendos, a pesar de la nieve y el frío de un invierno que se hace más largo de lo deseado. Quizá porque la obra me trasladó a un verano que dentro de poco asomará la cabeza. A un verano típico y tópico español en el que todos nos reconocemos de alguna manera. Del que a veces renegamos pero del que no queremos, en el fondo, escapar del todo. Porque quien más, quien menos, todos queremos volver a alguna playa nudista con nuestra pareja, a todos nos gustaría volver a jugar a la seducción con un grupo de amigos, revivir una y otra vez esas fiestas de pueblo de las que es imposible desengancharse y alcanzar, de nuevo, la cumbres de Ordesa, donde puede que hoy mismo una persona especial e imprescindible esté gritando aquello de “aquí estamos los que quedamos de cuando hervía la sangre”. Son días estupendos, porque estamos aquí para contarlo. Son días estupendos, porque tenemos memoria y deseo. Son días estupendos porque, como dijo el maestro, tenemos Venecia, tenemos Manhattan, tenemos cenizas de revoluciones, tenemos naufragios soñados en playas de islotes sin nombre ni ley ni rutina, tenemos proyectos que se marchitaron, retratos de novias que nos olvidaron y un alma en oferta que nunca vendimos.

Fotos: Elena Pou.