domingo, 26 de octubre de 2014

La nueva imagen de Governor's Island



Governor’s Island es una pequeña isla de aproximadamente 70 hectáreas al sur de Manhattan. Desde 1783 a 1966 funcionó como base militar. Los siguientes 30 años perteneció a la Guardia Costera. Tras diversos procesos administrativos e intervenciones en los edificios existentes y especialmente a nivel paisajístico, finalizadas en 2012, la isla abre sus “puertas” de Junio a Octubre para los neoyorquinos y numerosos turistas visitantes, con diversos eventos culturales a lo largo de la época estival. Figment es uno de ellos. Un evento de arte de libre participación, constituido 100% por el entusiasta trabajo de numerosos voluntarios, que tiene lugar durante un fin de semana completo.

Un caluroso y húmedo (condiciones nada extrañas tratándose del verano neoyorquino) domingo de Junio, anduve desde mi apartamento del Lower East Side al mastodóntico Battery Maritime Building, desde donde salen los ferries desde Manhattan a Governor’s Island. Tras esperar unos 15 minutos conseguí subir al ferry donde se mezclaba una diversidad absoluta de personas disfrazadas con alegres y llamativos atuendos.


Al llegar a Governor’s Island descubrí que el conjunto de colorido que se agolpaba a mi alrededor en los apenas 7 minutos de recorrido por el agua, no era más que una mera transición hacia lo que me esperaba allí. Todo tipo de construcciones efímeras, instalaciones, performances y juegos se esparcían por la verde explanada de hierba con vistas al Distrito Financiero de Manhattan. 


Un pabellón arquitectónico construido enteramente de vasos de plástico reciclados (30.000 unidades) diseñado por CDR Studio, fue el resultado ganador de una competición arquitectónica que ya va por la cuarta edición.


Una divertida pista de minigolf, esculturas interactivas, juegos de construcción infantiles e incluso una casa en un árbol eran otros de los divertimentos que ofrecía Figment.

No sólo actividades exteriores sino performances e instalaciones visuales y de audio (algunas de carácter más abstracto y de libre interpretación para el visitante que interaccionaba con las obras) tenían lugar en el interior de las construcciones existentes.


La jornada terminó al ritmo de un DJ subido a lo alto de un alegre autobús azul (The Blue Byrd Bus, que se pasea por diversos eventos neoyorquinos durante los meses de verano). Muchos de los asistentes, con sus variados atuendos y complementos, bailaron eufóricamente en la explanada hasta que llegó la hora de irse y formar una larguísima fila para tomar el ferry de vuelta. A nadie parecía importarle el previsible tiempo de espera. Tras una intensa jornada de intercambio creativo, sólo había espacio para sonrisas de satisfacción.

Texto y fotos: Ángela Pons. www.angelapons.com

Boterismo tauromáquico

Esta es la historia de un joven aprendiz de matador que un día, tras mirar a los ojos de un becerro en el ruedo, descubrió que era mejor manejando las acuarelas que el capote.


Fernando Botero (Medellín, Colombia, 1932) no ha dejado nunca de ser un apasionado por el mundo de los toros. De adolescente, su admiración por el pintor y cartelista mexicano Carlos Ruano Llopis le animó a comenzar a realizar pequeñas acuarelas taurinas. Desde entonces, no pocas de sus creaciones giran en torno a una temática taurina. 

Seis décadas después, unas 140 pinturas al óleo y 35 dibujos del artista colombiano han sido seleccionados para dar forma al libro “Bullfight”, una recopilación única que ofrece una visión completa del tema más icónico de Botero, la tauromaquia. 



Botero, que pese a su avanzada edad conserva toda una lucidez asombrosa, confiesa que la tauromaquia contiene elementos mágicos para el artista: colores vívidos, movimientos dinámicos, espectáculo, violencia y belleza. Elementos como el traje de luces, el ruedo con su barrera, la arena o el público de la plaza de toros facilitan la vida del artista.

Pero el colombiano, considerado uno de los artistas vivos más importantes de nuestro tiempo y con cientos de exposiciones de pinturas, dibujos y esculturas a sus espaldas, aporta su particular estilo también al mundo taurino: figuras voluminosas, representaciones voluptuosas, juegos de escalas, espacios y volúmenes particulares e inconfundibles en su obra. El torero, el picador, su caballo y el propio toro son reproducidos con exageración en esta colección, que no escapa del inequívoco sello de Botero. 


El premiado artista no es ajeno a la controversia que despierta la tauromaquia, pero defiende su valor artístico y cultural. Para el de Medellín, los toros son arte y una parte de la cultura española y seguirán vigentes porque “el arte no puede desaparecer”.

A sus 82 años, el artista confiesa que mantiene intacto su ritmo diario de producción.  “Soy un trabajador incansable y lo hago por placer, es un pequeño éxtasis que uno siente durante horas”, aseguró, a la vez que agradeció poder dedicarse a crear arte, “la profesión mas bella del mundo”. 

El padre del Boterismo, que no se cansa de repetir que quiere ser recordado como pintor, asegura que le da más satisfacción que la gente humilde valore su trabajo a que lo haga un persona cultivada. 


La editorial Glitterati ha apostado de nuevo por publicar una recopilación temática de trabajos de Botero tras el éxito cosechado con “Circus”, publicado en 2011 y que recogía la obra del artista dedicado al circo ambulante. 

Para la editora no existe riesgo de que la temática taurina pueda ser controvertida para el público norteamericano y defendió el valor artístico de la tauromaquia, como antes lo hicieran Goya o Picasso. Glitterati ha tenido un especial cuidado en el diseño del libro, en manos del valenciano Pau García, que repite como director artístico de la publicación tras su trabajo en “Circus”. 

“Bullfight, paintings and works on paper” fue presentado el pasado 16 de noviembre a nivel mundial en la Americas Society de Nueva York. 

Crédito fotos: Bullfight: Paintings and Works on Paper by Fernando Botero copyright © 2014, published by Glitterati Incorporated/www.GlitteratiIncorporated.com

(Artículo publicado originalmente para la agencia de noticias dpa).


lunes, 6 de octubre de 2014

Vida y muerte de una terminal de aeropuerto


1956. Terminal 5. Aeropuerto John F. Kennedy (entonces Idlewild). Nueva York. Comienza la construcción de la terminal de la compañía Trans World Airlines, diseño del arquitecto Eero Saarinen, el cual murió en 1961, un año antes de que su futurista y dinámica apuesta fuese terminada y comenzase a funcionar.



Una oda al vuelo construida en hormigón armado. La metáfora del ave que despega o aterriza con sus alas desplegadas. Su estructura aerodinámica, sus grandes ventanales, sus bóvedas interiores…todo el diseño final se completó tras un complejo desarrollo que tuvo como herramienta base modelos a escala en los que se comprobaba el comportamiento estructural (basado en las bóvedas de crucería gótica) y lumínico de este complicado proyecto.


Saarinen estudió el comportamiento y las fluctuaciones de los usuarios de aeropuertos para llegar a esta disposición de único gran vestíbulo en planta baja (gran espacio en el que interaccionan escenas, acciones y circulaciones de pasajeros) y planta primera en altillo, con espacios servidores como cafetería, restaurante o salas privadas.


Pese a su novedoso comienzo y el haber sido la primera terminal de aerolíneas en usar cintas para equipajes o pantalla electrónica de vuelos (entre otros dispositivos tecnológicos), la terminal de la TWA, como el resto de innovaciones culturales o científicas, sintió el paso del tiempo. La cercanía de los accesos a la calle, el incremento exponencial de pasajeros o las dificultades de implementación de seguridad sobre el diseño original, contribuyeron a la evolución de su ineficacia.



40 años después de su flamante puesta en escena, y tras la adquisición por parte de American Airlines de la TWA (que sufrió un deterioro financiero en la década de los 90), la terminal 5 quedó fuera de servicio, y en 2005, tras la inclusión del edificio de Saarinen en el Registro Nacional de Lugares Históricos, comenzaron las obras de ampliación de Jet Blue, adaptando parte de la antigua terminal a sus nuevas instalaciones. Algunas porciones del diseño original se demolieron, dejando el edificio central como flamante entrada de acceso a esta nueva terminal adyacente, completada en el año 2008.



El 13 de Octubre del 2013 pisé por vez primera el interior de este icónico edificio (tan reconocible en mi imaginario arquitectónico tras haberlo visto referenciado innumerables veces por profesores y libros durante mis años de universidad). Fue el supuesto último día que la terminal abrió sus puertas al público.


Actualmente el espacio original se encuentra bajo proceso de revisión de planes inciertos de convertirse en lobby y restaurante de un nuevo hotel. El estado de protección bajo el cual se encuentra el edificio ha dificultado un acuerdo definitivo. Gracias a los esfuerzos de OHNY (Open House New York), un año después vuelve a abrir sus puertas de nuevo durante unas horas (sábado 11 de Octubre) como parte de la programación del “ OHNY Weekend 2014”, enmarcada dentro “ Archtober “, el mes de la arquitectura y el diseño en NYC.


Habrá que esperar un tiempo para descubrir qué depara el futuro a la que hace más de medio siglo fue catedral de la aviación.

Texto y fotos: Angela Pons. www.angelapons.com

domingo, 28 de septiembre de 2014

Una vida en la barbería

Por Ángela Pons.

Nos encontramos en un momento de resurgimiento del antiquísimo negocio de la barberías. Con el auge de las barbas y bigotes gracias al denominado movimiento “hipster”, no podía ser de otra manera. La neoyorquina Raul’s Barbershop lleva funcionando más de 40 años. El negocio se encuentra en límite del Lower East Side y el East Village de Manhattan, dos áreas que han vivido un intenso proceso de gentrificación desde los años 80 hasta la actualidad. Atrás queda su pasado de calles peligrosas. Ahora jóvenes (y no tan jóvenes) modernos pasean por sus calles y avenidas plagadas de modernos establecimientos con rentas imposibles.







Raul lo lleva en la sangre. Cuando llegó a Nueva York y montó su primer negocio, unas manzanas más al norte de la localización actual, ya conocía ese mundo. En su original San Juan su familia posee tres barberías.


En un barrio totalmente gentrificado, el espíritu de comunidad de los pequeños negocios aún persiste en casos aislados como éste. De lunes a sábado el interior de la barbería se llena de una atmósfera jovial y divertida de 7 de la mañana a 7 de la tarde. El hijo de Raúl, sus primos y varios amigos y familiares, la mayor parte provenientes de Puerto Rico, (aunque algunos, los más jóvenes,ya nacieron en Nueva York) trabajan en alegre armonía mientras intercambian bromas. a clientela de la barbería de Raul forman parte de su familia. Algunos llevan yendo casi tanto tiempo como el negocio lleva funcionando. La música, las fotografías colgadas en las paredes y los recuerdos sobre las estanterías ayudan a evocar el recuerdo de su tierra.



La última vez que pregunté a Raul si creía que volvería a Puerto Rico dijo que tal vez al año siguiente, o al otro… De momento, aquí se queda. 



Texto y fotos: Ángela Pons. www.angelapons.com

miércoles, 26 de marzo de 2014

¿Mató el video a la pasarela?

Por estética, por democracia y por economía, el vídeo amenaza con desbancar a la pasarela y la fotografía como principal medio de difusión de la moda. Y en ese auge audiovisual en la difusión de las tendencias, un buen número de realizadores españoles y latinoamericanos se han posicionado entre los más influyentes a nivel mundial.

El programa Hispanic-American Fashion Films Now, (Películas Hispanoamericanas sobre Moda Ahora) que organiza el Instituto Cervantes de Nueva York, mostrará el 11 de marzo en su sede de Manhattan los más destacados trabajos de realizadores españoles y latinos cuyas obras suponen un punto y aparte en la promoción del diseño de moda y la estética. Diecinueve vídeos en total, seleccionados entre las mejores producciones españolas, argentinas o mexicanas, entre otras.

Fue al comienzo de la década de los 2000 cuando Internet revolucionó el concepto de la fotografía de moda al constatar que el formato horizontal de los monitores de la computadora complicaba la visualización vertical de las instantáneas y los modelos.
Aunque el cine había tratado el mundo de la moda en múltiples ocasiones (Who Are You, Polly Magoo? o Prét-à-Porter), los directores creativos y los fotógrafos pronto descubrieron que el formato de imagen en movimiento y sonido, en horizontal, encajaba a la perfección con el mundo de la moda, además de ofrecer volumen, y que Internet era el soporte ideal para mostrar ese formato.
"Los vídeos de moda no sirven sólo como promoción de los diseñadores, sino que ahora los propios cineastas se sirven de la moda como excusa para expresarse y mostrar sus capacidades estéticas", asegura Patricia Yagüe, comisaria del programa, consultora cultural y experta en moda.
"Los fotógrafos han entendido que el vídeo ofrece un mensaje más potente, más atractivo y más cercano, pero también muchos realizadores que no habían tenido contacto anterior con el sector están alcanzando la fama con sus producciones sobre moda".
Para Yagüe, el momento en el que el vídeo ocupa un lugar predominante ya ha llegado. "La pasarela es más limitada, por espacio, por público y por recursos, mientras que el video tiene la capacidad de sustituir no sólo a los desfiles, sino también a las revistas y los editoriales de moda”. Para ella, el uso del vídeo genera nuevos productos, como el "making of", que en el sector se está convirtiendo en algo casi tan importante como el producto final.
En opinión de la mexicana Mayra García, escritora y fotógrafa de moda y co-presentadora de la jornada, en América Latina se aprecia "un movimiento importante del uso del vídeo como medio para dar a conocer marcas de moda regionales que buscan alcanzar un público internacional, ya que en Latinoamérica no hay una Semana de la Moda equivalente a las de París, Londres o Nueva York".
"La jornada rendirá homenaje al esfuerzo de jóvenes creadores y diseñadores que están tratando de abrirse paso en el mundo de la moda, especialmente porque ésta cae cada día más bajo el dominio de las grandes corporaciones (Zara, H&M) y los conglomerados financieros (LVMH, Kering)", asegura.
Así, para Mayra García, "mientras Internet siga siendo una arena democrática y libre, habrá un canal abierto al mundo para dar a conocer talentos que desde el País Vasco hasta la Patagonia aportan al mercado de la moda ideas frescas y mucho ingenio".
Hispanic-American Fashion Films Now se engloba dentro de otro proyecto conocido como Hispanic-American Fashion Culture (Cultura de la Moda Hispanoamericana) organizado por la comisaria de arte Marisa Fatás, en el que el Instituto Cervantes de Nueva York se ha asociado al FIT (Fashion Institute of Technology) y los consulados de México y Colombia para dar a conocer los éxitos de la comunidad Latina de la Gran Manzana en esta industria.
Para Ignacio Olmos, director del Cervantes de Nueva York, "hay muchos latinos profesionales del diseño, la ilustración y el cine que están creando hoy en día productos de gran calidad en un mercado altamente competitivo como es el de la moda y merecen que se les dé la mayor difusión posible".
Artículo escrito originalmente para la agencia dpa.

jueves, 27 de febrero de 2014

Un film-ballet protagonizado por manifestantes

Pancartas con proclamas en lugar de lanzas, policías cual molinos de viento y un particular manifestante como un Alonso Quijano de nuestros tiempos, entregado a una cruzada en favor de los derechos ciudadanos. Son algunos de los elementos de Demonstration, un documental español rodado por estudiantes de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, dirigido por el aclamado cineasta ruso Victor Kossakovsky y que ofrece una versión quijotesca de las manifestaciones acaecidas en Barcelona durante el año 2012 con motivo de las dos huelgas generales. Ahora, el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MOMA) nos permite verla por primera vez en Estados Unidos. 
El 29 de marzo de 2012, miles de españoles se lanzaron a las calles en todo el país para protestar por las medidas de austeridad del gobierno, en la primera de las huelgas generales sufridas por el ejecutivo de Mariano Rajoy. La manifestación fue el leitmotiv elegido por los 32 alumnos del Máster en Documental de Creación de la Pompeu Fabra que, siguiendo las instrucciones de Kossakovsky, salieron a las calles cámara en mano para recopilar material audiovisual sobre las protestas.
“El tema del documental fue propuesto por los propios alumnos y desde el principio creí que era buena idea”, asegura Victor Kossakovsky (Leningrado, 1961), autor de los premiados documentales ¡Vivan las Antípodas! y Hush. “Las manifestaciones son algo común y recurrente en todo el mundo, pero me sigue impresionando ver a toda la gente que acude a ellas de una manera que parece caótica pero que no lo es en absoluto”, afirma.

Dentro de un protagonismo colectivo, un personaje emerge sobre todos: Pere, un entrañable manifestante muy conocido en las calles barcelonesas por su activismo social. “Revisando el material grabado observamos que una persona destacaba sobre las demás y aparecía en buena parte del metraje, pero además nos llamó la atención su actitud y discurso quijotesco”, comenta Kossakovsky.
El movimiento de los manifestantes, los transeúntes, los periodistas, el ir y venir de los coches de policía y las ambulancias y el propio vaivén de los estudiantes tomando planos en continuo movimiento inspiró al director la idea de incorporar música de ballet al documental, en concreto el Don Quijote del compositor austriaco Ludwig Minkus. Un alumno apuntó entonces que la Ópera de Barcelona representaba durante aquellos días esta obra, y al momento la conexión quedó patente. El resultado: un film-ballet de efectos imprevisibles.
En palabras de los creadores, la película es el resultado de una suma de increíbles casualidades, como la aparición de Pere, la escenificación del ballet Don Quijote en Barcelona esos días y la convocatoria de una nueva huelga general en noviembre que les permitió volver a salir a grabar a las calles de manera más premeditada. El espectacular resultado logró incluso que lo que en principio era una práctica académica evolucionara a una película que ahora recorre los circuitos internacionales.
“No pretendo juzgar el motivo de la manifestación, ni la situación en España ni la actitud de Pere, el quijotesco manifestante”, subraya Kossakovsky, “sino mostrar al espectador que las movilizaciones ciudadanas son universales y tienen también un componente estético y rítmico”. De hecho, el documental destaca por la belleza de muchos de sus planos y un buen número de impactantes imágenes acompañadas por un dinamismo motivado por la elección musical y que, en ocasiones, tiene un efecto alienante.
Aunque se encuentren las similitudes con The Square (La plaza), el documental sobre la revolución egipcia en la plaza Tahrir, o el propio 99% protagonizado por el movimiento Occupy Wall St., Demonstration se aleja de la crítica política y de las razones que motivan a los manifestantes a salir a las calles, para centrarse en objetivos más estéticos y menos comprometidos políticamente.
La obra coral, rodada por los 32 alumnos del máster (el mismo número de vueltas que debe ejecutar la bailarina del ballet en un mismo sitio) fue objeto de un largo y difícil proceso de edición. La enorme cantidad de material y la necesidad de incluir planos de cada uno de los estudiantes supuso un reto para Kossakovsky, que asegura estar “muy satisfecho con el resultado del documental”.
Igual de satisfechos se muestran los alumnos del máster y también artífices de la obra: “aprendimos el proceso de creación de una película de la mano de un genio del cine documental”, asegura Daniel Calderón, uno de los estudiantes, que además destaca “la generosidad de Kossakovsky y su fuerte personalidad”. Sin embargo, reconoce que “algunos estudiantes hubieran deseado una implicación política y un compromiso social más evidente en el documental”.
Preguntado por esa situación social y política en España, Kossakovsky concluye que “el momento que vive España es diferente al que sucede en otros países” y que los manifestantes españoles son “más pacíficos”. En plena crisis política ucraniana, no duda en citar Kiev y la situación actual en este país como contrapunto a cómo se desarrollaron las manifestaciones españolas del 2012.
Demonstration tuvo su estreno mundial en el Festival Internacional de Cine Documental de Amsterdam, en noviembre del año pasado, donde fue seleccionada en la sección Masters. Tras exhibirse en Moscú y San Petersburgo, el Museo MOMA de Nueva York proyectó el documental los pasados 25 y 26 de febrero en su sede de Manhattan.

Artículo escrito para la agencia dpa. 

martes, 18 de febrero de 2014

Otelo, la Pantera / Othello, the Panther

Casting call. Audición. Nervios…o no: una más. Pero de repente, sí: callback, sides, oferta y ensayos. A velocidad de vértigo se monta la producción, se entretejen magistralmente verso y slang, se derriban los prejuicios, se formula el hechizo. Aaaaaaand, lights! Aplauso. 


A veces uno persigue feroz y denodadamente el camino que cree que le va a hacer más feliz en su vida: haciendo planes, adquiriendo formación, poniendo alarmas, haciendo listas de pros y contras…y otras uno cae en la cuenta de que está muy cerca de ser feliz sin haberlo planeado, tras haberse rendido a un instinto al que de algún modo sabía que tenía que ser fiel.


Del primer modo persigue el hombre (racional) sus objetivos; lo segundo sucede cuando nos rendimos a la voluntad de Dios, cuando tenemos la humildad y valentía suficiente para estar por encima de las etiquetas conceptuales y recordar qué es lo que nos guía, cuáles son nuestros sellos de identidad (o, como pregunta en cada ensayo el director de “Othello, The Panther”, Rajendra Ramoon Maharaj, “What do you stand for?”). Así opera también la pantera, guiándose por su instinto. Del primer modo fui a dar en esta magnífica adaptación del clásico de Shakespeare, y del segundo me quedé en ella. 


“Othello, The Panther” traslada la trama clásica a los eventos que en 1982 en Oakland llevaron a la disolución oficial del Partido de las Panteras Negras de Autodefensa. La obra ha sido co-adaptada por Rajendra Ramoon Maharaj y Jonas Earl Goslow, quien además interpreta con una técnica tan formidable como invisible a uno de mis villanos teatrales favoritos: Iago. Kena Anae coge a Otelo por los cuernos y vaya si lo torea con maestría. Mi admiración va también por supuesto al resto de principales, impecables cada uno en su papel1. Mención especial merece Nathaniel Ryan, en su papel de Casio, como ejemplo de profesional que se supera en cada ensayo y humildemente entrega al público los frutos de ese durísimo trabajo. ¿Y tú qué haces, chata? os preguntaréis…yo soy parte del ensemble y suplente de Isabella, la madre de Desdémona (padre en la tragedia de Shakespeare). “Othello, The Panther” se puede ver, por el momento, de jueves a domingo hasta el 23 de febrero en el histórico Nuyorican Poets Café en el Lower East Side neoyorquino (www.nuyorican.org) y digo por el momento porque tengo la certeza de que no será la última vez que esta obra se lleve a escena.


Maite es una actriz que lleva sus docenas de meses por Nueva York. Podría ser una más, otra españolita que vino al mundo y a la que Dios guarde, otra de las miles de actrices, de los miles de cineastas, de las hordas de modelos, fotógrafos, bailarines y hasta diseñadores que llegan a la Gran Manzana buscando su oportunidad. Algunos venden su alma al diablo, otros se reinventan, hay quien construye espectáculos para autoparodiarse y no falta, incluso, quien llega a la fama. 

Maite, de alguna manera, ya ha llegado. Porque cree en lo que hace, y porque dejó su vida convencional en España por un sueño que por empezar a cumplir tarde no significaba que no pudiera lograrse. Su vida neoyorquina gira en torno al teatro. Sus conversaciones son sobre audiciones. Sus redes sociales rezuman reseñas artísticas. Como nada es casualidad, ahi está, cual pantera negra, autodefendiéndose con trabajo y sonrisas. Quizá Nueva York la devore, como pasó antes con otros, pero ya es tarde para hacerla olvidar que su vida está encima de un escenario.

English version.

Casting call. Audition. Nerves…or not: one more. But suddenly, yes: callback, sides, role offer and rehearsals. At the speed of light the production is put up, verse and slang are masterfully interwoven, prejudices are overthrown, a spell is cast. Aaaaaaand, lights! Applause.

Sometimes one pursues the path that one thinks will lead to happiness in a fierce and dauntless manner: making plans, acquiring training, setting up alarms, making lists of pros and cons…other times one realizes how close to happiness one is without making any plans in advance, after having surrendered to an instinct that somehow one knew one had to be faithful to.

The first way is how (rational) men pursue their objectives; the second is what happens when we surrender to God’s will, when we have the humility and courage enough to rise above concepts and labels and we remember what it is that guides us, what our signature traits are (or, like the director of “Othello, The Panther” Rajendra Ramoon Maharaj asks in every rehearsal “What do you stand for?”). That is also how the panther operates, guided by its instinct. Following the first route I ended up being part of this magnificent adaptation of Shakespeare’s tale, and following the second one I stayed in it.

“Othello, The Panther” takes the classical plot to the events that in Oakland 1982 led to the official dissolution of the Black Panther Party for Self Defense. The script has been co-adapted by Rajendra Ramoon Maharaj and Jonas Earl Goslow, who also plays one of my favorite stage villains: Iago, and he does so resorting to a technique that is impeccable because it is invisible. Kena Anae “grabs Othello by the horns” and my does he fight him fiercely! My admiration also goes to the rest of the principals, each of them brilliant in their roles3. Special mention must be made of Nathaniel Ryan, as Cassio, for being an example of a professional who rises above hardship in every rehearsal and humbly hands the fruits of that labor to the audience. “¿And what do you do in the show, dear?” you might be asking…I’m part of the ensemble and cover for Isabella, Desdemona’s mother (father in the Shakespearean tragedy). “Othello, The Panther” can be seen, for the moment, Thursday through Sunday till February 23rd at the world famous Nuyorican Poets Café (www.nuyorican.org)…and I say for the moment because I’m certain that this will not be the last time that the script is staged.


Maite is an actress who’s been around New York City for some months now (more than two years!). She could be another “little Spaniard that came to the world, God bless her”, another amongst the millions of actors, the thousands of filmmakers, herds of models, photographers, dancers or even designers that arrive to the Big Apple looking for their opportunity. Some sell their soul to the devil, others wear out, there are those who put up self parody shows and of course, also, those who achieve fame.

In a way, Maite has already achieved this. Because she believes in what she does, and because she left a conventional life in Spain to pursue a dream: she might have started to do so late, but that didn’t mean it couldn’t be fulfilled. Her life in New York revolves around the theatre. She talks about auditions. Her social networks ooze with artistic reviews. Since very few things happen by chance, there she is, like a black panther, defending herself. Maybe New York will devour her, like it did with many others before, but it’s too late to make her forget that her life is onstage.



sábado, 15 de febrero de 2014

El fotógrafo de guerra que no supo vivir en paz

“Robert Capa sabía que la guerra no se podía retratar, porque es más que nada una emoción”, escribió Robert Steinbeck.

El autor y compañero de viajes del fotógrafo añadió: “Pero aún así lo hizo, a su lado. Podía mostrar el horror de un pueblo a través del rostro de un niño”.

Enmarcadas en blanco y negro, Capa retrató cinco guerras, ganándose su reputación durante la Guerra Civil de España en 1936 y luego cubriendo la Segunda Guerra Sino-Japonesa, la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Árabe-Israelí de 1948 y la Primera Guerra Indochina. 


Sus fotos de esas guerras siguen siendo las más icónicas, desde el “Soldado caído” a los “Once Magníficos”, una serie que hizo con las tropas estadounidenses cuando desembarcaron en la Playa de Omaha durante la invasión del Día D. Sin embargo, en “Capa a Color”, la exhibición con la que el Centro Internacional de Fotografía de Nueva York celebra el centenario del nacimiento del fotógrafo, apenas hay rastro de ese dolor granulado en 35 milímetros.

Un paseo enrollado en bufandas para refugiarse una hora del frío del invierno que ruge implacable en la calle y los charcos de hielo sucio casi imposibles de cruzar con los calcetines secos ofrece no sólo un vistazo a su obra en colores vibrantes sino también su manera personal y traumática de abordar la tranquilidad que sigue a la tormenta.



Esta muestra de fotografías presenta al mundo un lado radicalmente diferente de la carrera de Capa, cuando tuvo que –al igual que tantos de los que impulsamos la rueda incesante de la Máquina— reinventarse dentro de su profesión.

Nacido en Hungría con el nombre original de Endre Friedmann, Capa empezó a trabajar como fotógrafo en Berlín, pero se mudó a Nueva York cuando estalló la Segunda Guerra Mundial y ahí se cambió de nombre para ocultar su linaje judío. Mientras iba leyendo su biografía por las paredes, no pude dejar de preguntarme qué pensaría Capa si estuviera vivo ahora, en esta ciudad, cuando todos inmortalizamos nuestras vidas con instantáneas telefónicas con marcas de manzanas y moras.


Si bien la película en color de Kodak era algo complicada de usar para un fotógrafo activo como Capa, ya que requería mucha luz y una apertura de diafragma amplia, sin mencionar el revelado que se tenía que hacer en las plantas procesadoras de Kodachrome de la compañía, la exhibición, abierta hasta el 4 de mayo, revela que experimentó con el color brevemente durante la Segunda Guerra Mundial. Así por ejemplo, vemos fotos íntimas de soldados a bordo de un buque de la Marina y fotos asombrosas del frente en Túnez, incluyendo la captura de un tanque alemán, con una bandera nazi en un vívido color rojo que hace imposible no pensar en la sangre derramada que manchó tantas conciencias.

La historia de la guerra se ha guardado en blanco y negro. Y así, esta exhibición muestra el mundo después de la tragedia: la moda de París, las pistas de esquí de los Alpes, los días estupendos de playa con Picasso para revistas como Life y Collier’s. Sin embargo, muy pocas de estas pocas fotos han visto la luz desde que fueron publicadas y eso, como profesional consciente de lo efímero de la actualidad, se agradece como un regalo traído de otra era.

Pero más allá del glamour, las copas de cognac y las largas veladas de partidas de cartas que pintan una etapa entusiasmada por los colores de algodón y ángulos suaves, se intuye una especie de timidez y reniego, que sin llegar a ser vergüenza, sí sugiere el dilema del artista de vocación que siente que vendió su alma al diablo vestido de traje y carga un maletín de piel italiana con el jugoso contrato que financiará un viaje más y dará un suspiro a esas facturas pendientes.


Pero Capa se saturó de color y paz, así que cuando estuvo decidido a volver a encarar el mundo que conocía –el conflicto simplificado a la sencillez binomial de la luz y la carencia de ella—, embarcó a Indochina para morir accidentalmente poco después. La vida empieza y termina en un segundo, el mismo en que se tarda en pisar una mina o disparar una cámara. El reflejo del tiempo de Capa muchas veces fue resultado de la casualidad benévola pero fue la mala la que lo inmortalizó.

Un siglo después del nacimiento de Capa, sus fotos siguen cautivando a la gente. Ya sea el sufrimiento concentrado en una superficie dimensional o la complicidad del abrazo entre un padre y un hijo, su legado es la emoción palpable. Al fin y al cabo, fue el propio Capa quien definió el orden de su trabajo: “A la hora de sacar fotos primero va la mano, luego el corazón y por último el ojo”.

sábado, 8 de febrero de 2014

Días Estupendos

Es el verano el momento al que uno siempre quiere volver, aunque presuma de que le guste más el invierno. Es el estío el tiempo para el que uno reserva las más notables escapadas (algunas duran una semana, otras más de medio año y hay de las que no terminan nunca), prepara reencuentros, anhela añadir nuevos nombres a la lista de lugares visitados. Cuando las experiencias vividas se recuerdan de tal manera que, años después, quedan en nuestra memoria como “aquel verano en el que viajamos a la costa gaditana” o “ese agosto que pasamos en el camping de la Costa Brava”. Siempre unidas a una compañía concreta, porque sin compañeros de viaje, la mayoría de las veces, no hay viaje. Puede que sea el verano que nos convencimos de que íbamos a terminar viviendo cerca de una cala ibicenca o de que una casa rural con huerto y gallinas en los bosques asturianos era el destino vital ideal. Es el verano el que se graba en nuestro subconsciente para recordar nuestra primera vez de casi todo, el olor a crema solar, la frescura de un rocío al amanecer en la montaña o un atardecer en Sant Antoni con banda sonora de Café del Mar.

A esos lares que desde aquí parecen tan lejanos me trasladó “Días Estupendos”, la sorprendente obra del madrileño Alfredo Sanzol (ganador del premio Max de teatro por esta pieza en 2012), cuando un pequeño y coqueto teatro del East Village neoyorquino me la mostró casi por sorpresa. La dirección, de Ignacio García-Bustelo, trabajada y notable. Con excelente transición entre las 13 escenas (recortadas de las 16 originales) y una fuerza en la representación que va de menos a más, como el propio guión. Como el propio trabajo de los protagonistas, cinco españoles de esos que se abren camino en tierras americanas, y bajo el paragüas de AENY (la asociación de artistas de Nueva York). Actores que cambian registros con la rapidez que el espectador necesita para sentir como propios cada uno de los sketches, en escenarios siempre veraniegos, siempre ibéricos, siempre tan nuestros. Y es ahí donde destacan Pep Muñoz, notable en su parte cómica, y Maria Peyramaure, creíble en todas y cada una de sus apariciones. Ella, la que te mira tras la actuación con cara de yoatiteconozcoperonosédequé con una timidez tan marcada como la energía que muestra sobre el diminuto escenario del IATI Theater. O eso se imagina uno.

Días estupendos que me impedirán para siempre volver a subir al Empire State con la persona que quiera, por si acaso nos ataca la aplastante lógica de dejar a alguien a quien quieres por miedo a que esa pasión haya alcanzado su pico. Días estupendos de escapadas con amigos, aunque alguno de ellos se folle a un melón y seamos testigos ocasionales. A veces es un melón, en ocasiones una cabra, pero todos hemos oído historias semejantes y más o menos cercanas. Forma parte de la huella hispana, de la piel de toro, de las llanuras bélicas y los páramos de asceta, de la diversidad cultural que no deberíamos dejar que se desintegrara, porque aquí todos reconocemos como próximas esa historia del etarra puesto en libertad, o del muchacho de ciudad que acompaña por primera vez a su tío pagés por esos valles catalanes de los que ya no se querrá alejar, o incluso de esas paradojas de torero andaluz con súbito amor por los animales. Historias no tratadas antes, cierto, pero no por ello ajenas a nuestra cultura colectiva, a nuestro ADN de españolitos.

Y, entre todos, destacando, asombrando por su lucidez, el extraordinario texto de “lecciones de vida”, la mejor de las escenas y la menos veraniega, la más lograda de las interpretaciones de María Cuartero, la otra actriz en el elenco. Un momento de iluminación prodigioso de Sanzol que logra en pocas palabras sintetizar aquellas premisas que olvidamos con tanta facilidad como el verano llega a su fin cada año. Cuando algunos empezamos a compartir en voz alta la manera en la que educaríamos a nuestros descendientes, asunciones tan simples y tan difíciles de asimilar como “serás libre, podrás hacer lo que quieras con tu vida, sé valiente y recuerda que no estarás aquí para siempre” son bocanadas de realismo, casi mágico. Fue un gran amigo el que me dijo que tener hijos era una manera de no morir. Días estupendos si somos capaces de recordar, algún día, estas lecciones, incluso dirigidas a un predictor que acaba de darnos la buena nueva.


Son días estupendos, a pesar de la nieve y el frío de un invierno que se hace más largo de lo deseado. Quizá porque la obra me trasladó a un verano que dentro de poco asomará la cabeza. A un verano típico y tópico español en el que todos nos reconocemos de alguna manera. Del que a veces renegamos pero del que no queremos, en el fondo, escapar del todo. Porque quien más, quien menos, todos queremos volver a alguna playa nudista con nuestra pareja, a todos nos gustaría volver a jugar a la seducción con un grupo de amigos, revivir una y otra vez esas fiestas de pueblo de las que es imposible desengancharse y alcanzar, de nuevo, la cumbres de Ordesa, donde puede que hoy mismo una persona especial e imprescindible esté gritando aquello de “aquí estamos los que quedamos de cuando hervía la sangre”. Son días estupendos, porque estamos aquí para contarlo. Son días estupendos, porque tenemos memoria y deseo. Son días estupendos porque, como dijo el maestro, tenemos Venecia, tenemos Manhattan, tenemos cenizas de revoluciones, tenemos naufragios soñados en playas de islotes sin nombre ni ley ni rutina, tenemos proyectos que se marchitaron, retratos de novias que nos olvidaron y un alma en oferta que nunca vendimos.

Fotos: Elena Pou.

domingo, 26 de enero de 2014

Un retrato vintage de la sociedad mexicana

“El mundo era tan reciente que muchas cosa carecían de nombre, u para nombrarlas había que señalarlas con el dedo”. Para Manuel Álvarez Bravo, cuya vida también duró 100 años, la soledad se superaba portando una cámara en mano y retratando con una maestría que le valió la consideración de “poeta de las lentes” el costumbrismo mexicano y el realismo estético del país azteca.

La buena fama durmiendo, triple. 1938

Álvarez Bravo pasa por ser el más influyente fotógrafo sudamericano del siglo XX y uno de los referentes culturales mexicanos de todo el siglo XX. Su concepción de la fotografía evolucionó de un pictorialismo con toques de realismo social a un modernismo tan propio del siglo XX como la época que le tocó vivir. Y, por fortuna, retratar. De la captación de una imagen simple separada de un mero registro de la realidad a los toques cubistas y abstractos por los que se vería influido con el paso de los años. Siempre acompañado de un profundo sentido de la estética, de una profunda pasión por la semántica de sus disparos.

Lección de música, 1978

Ahora, más de 20 años después de su muerte, la galería Throckmorton de Nueva York recoge en una exposición titulada “Vintage” algunos de los más significativos positivados de la primera época del artista: 30 fotografías, la gran mayoría tomadas entre los años 30 y 40, donde se refleja la sociedad mexicana, el costumbrismo realista y aquellos retratos tan humanos, captados en el segundo preciso, y dotados de una pureza única. Una obra arraigada en el amor a su propio país, al que nunca dejó de explorar. Una colección de instantáneas que recopila los problemas y las ilusiones de su gente, a partes iguales, con meticuloso empeño, con proverbial paciencia. Con íntima dedicación.

Niña comiendo calabaza de azúcar, 1940-50

Es esta quintaesencia de la fotografía mexicana la que juega de manera inimitable con las luces y sombras del blanco y negro. La que apuesta por el doble sentido de la fotografía, el semántico y el estético. Un homenaje póstumo repleto de surrealismo visual que no es ni mucho menos casual. Fue Álvarez Bravo objeto de la admiración por parte del francés André Bretón, considerado el fundador del surrealismo, y que quedó impresionado por sus trabajos hasta el punto de encargarle, en 1938, la imagen de portada del catálogo de una exposición surrealista. Álvarez Bravo presentó la fotografía “La buena fama durmiendo”, el retrato de una enfermera desnuda descansando en el suelo, y que finalmente no pudo ser publicada por mostrar explícitamente el vello púbico de la retratada.

La fábrica de calaveras, 1933

Otro artista francés, Henri Cartier-Bresson, padre del fotoperiodismo, acompañaría a Álvarez Bravo en diversas exposiciones en la ciudad natal del segundo, y buena parte de esta influencia se destila en fotografías de retrato social, de relato periodístico. Junto a él, amistades con artistas del Renacimiento Mexicano tales como Tina Modotti o Diego Rivera aportarían a Manuel una ideología social que le acompañaría el resto de sus días y que conferiría al artista una fijación por la sociedad mexicana que fue más allá del mero retrato artístico.

Calavera de azúcar. 1940-50

Fue un artista valiente, pionero y transgresor”, asegura Spencer Throckmorton, director de la galería y amigo personal del fotógrafo. “Muy pocos se atrevieron a fotografiar en el México de los años 30 aquello que Manuel se atrevió a capturar, y de esa manera tan estética y de forma tan natural”, recuerda, al tiempo que reconoce que “albergar una exposición retrospectiva de Álvarez Bravo, lograr presentar esta muestra única, ha sido uno de los sueños de mi vida que acabo de hacer realidad”.

Día de matanza, 1945

Para el fotógrafo argentino Aldo Sessa, que no quiso perderse la inauguración de la exposición, es la personalidad de Manuel la que caracteriza toda su obra. “Era un reto hace 80 años tener la libertad para fotografiar de aquella manera”, reconoce. Para él, Manuel “observaba lo que otros no observaban, propio de un artista libre, visionario, realista, costumbrista e impresionista que siempre buscó, y encontró, los momentos mágicos para fotografiar”. Para Sessa, Álvarez Bravo es el ejemplo perfecto del artista sudamericano, que no persigue la especulación comercial de la manera que sucede en Europa o Estados Unidos. “Manuel nos brindó una fotografía hacia adentro, sin fines comerciales, pero repleta de fuerza y espiritualidad. Propia del arte latinoamericano”. 

(Artículo publicado originalmente por la agencia dpa).


miércoles, 15 de enero de 2014

Euforia sin pantalones

Después de la tormenta, es momento de quitarse los pantalones. Eso habrán pensado los más de 4.000 atrevidos que el pasado domingo participaron en una nueva edición del Día sin pantalones (No pants Subway Ride) en la ciudad de Nueva York. Apenas unos días después de que el famoso vórtice polar sumiera a buena parte de Estados Unidos, incluida Nueva York, en las temperaturas más bajas de los últimos 20 años, y con los últimos restos de nieve aún amontonados en las aceras, el día en ropa interior por el metro de la Gran Manzana cobró, sí cabe, tintes aún más estrafalarios.

Este movimiento de diversión a base de aligerar la indumentaria en pleno mes de enero tiene su orígenes en el año 2002, cuando siete amigos decidieron desafiar al frío de Nueva York y a las miradas de sorpresa de los viajeros del metro quitándose los pantalones en pleno vagón. Desde entonces, 13 ediciones más tarde, aquel gesto se ha convertido en el Día Mundial Sin Pantalones en el metro, celebrado en las redes de transporte subterráneo de más de 60 ciudades en unos 25 países de todo el mundo.

Las instrucciones son claras. Los participantes se reúnen en cinco puntos concretos de la ciudad y desde allí se organizan en grupos, tantos como número de vagones tiene un tren de metro. El objetivo es ocupar el subterráneo en toda su extensión. Una vez dentro, cuando el tren comienza a andar, los jóvenes y no tan jóvenes se quitan sus pantalones, se quedan en ropa interior y continúan con sus tareas habituales: leer un libro, consultar su teléfono móvil o escuchar música. Se busca así el efecto sorpresa con el resto de los viajeros, que observan asombrados como el resto de la ropas de invierno, tales como gorros, guantes o bufanda, permanecen en su lugar mientras los pantalones dejan de hacer su función para mostrar las piernas de estos intrépidos neoyorquinos.

“Llevo 4 años participando como voluntario en este evento y cada vez viene más gente”, afirma Simon, uno de los coordinadores de grupo en el vagón 4 de la linea F del metro de Nueva York, y que luce una impecable camisa a cuadros, pañuelo en la solapa, bigote a lo Dalí y sombrero de época. Es el primero en lucir ropa interior de todo el vagón y su figura resulta aún más extravagante que la del resto de personas que le siguen los pasos. “Desde que participé en 2010 no me conformo con hacerlo una vez al año, y todos los domingos, si tomo el metro, me quito los pantalones dentro del vagón. Es una forma de liberación y además, creo que tengo unas piernas bonitas”, asegura.

A la misma liberación se refieren Karen, una vecina del barrio de Queens más cerca de los 60 que de los 50 años, y que está eufórica por su primera participación en el día sin pantalones en el metro. “No me hubiera imaginado a mi misma haciendo esto hace unos años, pero ahora he decidido vivir la vida al máximo y sentir el cuantas más emociones mejor”, grita al tiempo que las puertas de un vagón repleto de gente en ropa interior se cierran.


No falta la representación latina. Miranda y Cristina son dos jóvenes argentinas cuyos ojos brillan de la emoción antes de participar en esta variopinta actividad. Sorprendidas por la cantidad de personas que acuden al evento, aseguran que “en Buenos Aíres también se celebra, pero con mucha menos gente”. “Además – reconocen- allí están nuestros novios y la cosa sería diferente”. Julieta y Mario son un matrimonio mexicano cuya principal motivación es la de “hacer todas aquellas cosas extravagantes que Nueva York ofrece y que parece que sólo se pueden hacer aquí”, y se refieren, en concreto, al Santacon (una celebración navideña consistente en disfrazarse de Santa Claus y recorrer las calles de bar en bar) o la guerra de almohadas (en la que anualmente miles de personas se encuentran en una plaza para liberar tensiones a base de golpes de cojines), además de este día sin pantalones en el metro.

Al lado de la ropa interior en plena exhibición, como espectadores de lujo, los pasajeros a quienes este día se cruza por sorpresa. A las caras de asombro les suelen acompañar las risas y el aluvión de fotografías. No falta quien se lamenta por no haber conocido la existencia de este evento antes y quien, al darse cuenta de que no es tarde para participar, se suma al resto de exhibicionistas con el sencillo gesto de quitarse los pantalones o la falda en medio del vagón.

Sin embargo, la iniciativa no el del gusto de todos. A la altura de la parada West 4, una de las más concurridas del metro de Nueva York, un judío ortodoxo comienza a increpar a un grupo de jóvenes que se habían despojado de sus pantalones, y les acusa de “masturbarse en público”. En un día como hoy, la opción de bajarse del metro para esperar el siguiente no parece la más conveniente, pues el andén parece la pasarela de un desfile de ropa interior y el próximo tren en llegar, minutos después, está tan lleno como el anterior de improvisados modelos de bragas y calzoncillos. Finalmente, aquellos ofendidos por la exhibición de tantos muslos no tienen más remedio que salir a la calle y continuar el viaje a pie.


El fin de fiesta tiene lugar en la emblemática parada de Union Square, el lugar donde los diversos participantes provenientes de diferentes barrios de la ciudad se encuentran. Por unos momentos, el vestíbulo y los pasillos de esta estación se convierten en un excéntrico y entretenido espectáculo de los más variados personajes de la ciudad, de los que pareciera que la ausencia de pantalones es su característica menos llamativa: abuelos disfrazados de Papa Noel, estudiantes chinas salidas de un cómic manga, afroamericanos con mensajes apelativos bordados en sus mini-slips, cantautores espontáneos con guitarra sobre sus desnudas extremidades inferiores y punkies con cresta de los mismos colores que sus calzoncillos. Todo ellos, bajo la atenta mirada de la policía de la ciudad, que no pierde la sonrisa pese a negarse infinidad de veces a fotografiarse con gente que muestra su ropa interior. A las 5 y media, la hora prevista, los agentes desalojan la estación y es entonces cuando la fiesta, la música y sobre todo la euforia exhibicionista se traslada a la plaza de Union Sq. En estos momentos, la mayoría ya está pensando en qué prenda interior lucirán en la edición del año que viene.  

(Artículo escrito originalmente para la agencia de noticias dpa)

Fotografías de Nicola Bailey. http://www.nicolabailey.com/

miércoles, 8 de enero de 2014

Sensación (térmica)

Médicos advierten del riesgo de necrosis en la piel si está expuesta más de cinco minutos a temperaturas tan bajas”.


¿Son sólo cinco minutos de un día helado al equivalente a unos días durante el resto de mi vida? ¿Cuántas jornadas tarda un corazón en enfriarse? ¿Cuántos años sin invierno, viajando entre hemisferios, son necesarios para descongelar un latido? Lo achacaré a la sensación.

El viento viene de cara. Se ha congelado la nariz y ya no puedo oler. ¿A qué olía antes Nueva York? ¿Y las noches de vísperas de nuevos viajes? ¿A qué olían las despedidas? Quizá nunca antes hubo despedidas. La culpa fue de la sensación.

Se ha apelmazado la nieve en las aceras. Ya no es blanca, ni pura. Es hielo, que corta. Nadie quiere ahora un té helado, ahora que sobra el hielo. Ni siquiera sirve para jugar. Quema las manos ¿Cuánto tiempo dura la nieve amontonada en la puerta de tu casa con esta sensación? ¿Meses? ¿Y en la puerta de la mía? Quizá sea para siempre. Puede que sólo tenga que cambiar de hogar. Esa es la sensación.

Coge mi brazo si hace frío. Así andaremos mejor. No cojas mi brazo si te ofrecí sólo la mano. No intentes coger mi mano si te ofrecí el brazo. Esa fue mi sensación. Asirse del brazo nos hacía caminar mejor entre las aceras, con nieve a los lados.

Me quitaré un guante para poder leerte. Eso hará que mi mano se congele, por culpa de la sensación. No te volví a escribir: mis dedos quedaron ateridos. La pantalla nunca reconoció las yemas de mis dedos, ni siquiera con el calor. Dejaré el guante puesto. Evitaré la necrosis por culpa de la sensación. Pero sólo en la piel de mi mano.

¿En qué medirás tu sensación? En el calor, decide bien si aplicas Celsius o Fahrenheit. En el frio, quizá no sea tan importante. Dime en qué escala te basas, si es que decides usar un termómetro. Si no hay intención de medirlo, no quiero saber qué grados utilizas. Sólo importa la sensación. La térmica, por supuesto.

lunes, 6 de enero de 2014

Navidad a la basura

Se acabó la Navidad. En España, marcada por esos Reyes Magos que habrán traído las sonrisas ilusionadas e inocentes de esos niños que se quitan las legañas al tiempo que deciden qué paquete desenvolver primero. Esos éramos nosotros, hace años. Ahora son vuestros hijos, sus nietos y mis sobrinos. Después, los Reyes Magos habrán dejado su rastro en las calles, en forma de cajas coloridas y exagerados envoltorios. 

También acabó en Nueva York, unos días antes cuando la bola de Times Square le dijo a los atrevidos y pacientes turistas que, empezado el año nuevo, terminaban las Christmas. Y así, desde el día dos, las calles se han llenado del icono navideño por excelencia: el árbol. La Navidad, en un desordenado ritual de deshacerse de lo que ya no vale, ha dejado tras de sí infinidad de abetos, pinos o similares que ya han dado, eso creerán sus dueños, todo lo que tenían que dar.

Derrotados, mojados, tumbados, sucios y congelados por la descomunal nevada del viernes pasado, los arbolitos, todos desnudos de adornos que, esos sí, pueden reciclarse para el año que viene, configuran estos días el paisaje urbano de la ciudad. E intuyo que del resto del país. Y mientras el país espera las temperaturas más bajas de los últimos años, convirtiendo las finas ramas de los pinos en cuchillos que te cortan en plena acerca; mientras el vórtice polar se acerca tal y como indican las previsiones y convence a las miles de personas sin hogar de que quizá hoy sea el día de visitar el albergue, recordaba los versos de Machado al olmo de otro lugar también frío como Soria.

La mayoría, probablemente, no esperen milagro de la primavera. Lo darán por hecho. Y el año que viene, otro abeto (vivo, claro) para adornar la navidad.


No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.

(...)

Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas en alguna mísera caseta,
al borde de un camino;


antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.


Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.