miércoles, 23 de octubre de 2013

Nueva York ilustrado

Los acontecimientos nunca ocurren por separado. Resulta sencillo, si tienes la voluntad de encontrar relaciones, enlazar en tiempo y espacio sucesos que otros dejarían pasar de largo. Por eso, mientras el archiconocido y misterioso grafitero Banksy recorre temporalmente las calles de Nueva York dejando su huella de graffiti-denuncia por las calles de la Gran Manzana, otro artista de la ilustración se aparece en mi vida neoyorquina.


Jesús es un sevillano humilde y bienhumorado, curioso y observador. Más allá de todo lo que puedo compartir con él durante las pocas semanas que ha decidido dejarse caer por Nueva York, y haciendo caso omiso de mis consejos de que se quede unos meses más por este lugar en el que el frío ha decidido finalmente hacer acto de presencia, Jesús le regala a mis ojos algunas de las mejores y más originales impresiones del Nueva York ilustrado. O al menos las compuestas por las manos de otro españolito más, de los que vienen al mundo (neoyorquino) y al que, como decía el poeta, espero que le guarde dios.


Con ayuda divina o sin ella, el artista vuelve pronto a casa, y se lleva sus pequeñas obras de arte en la mochila. Quizá pronto encuentren nuevo dueño, porque el Nueva York ilustrado, el que han visto sus ojos y diseñado sus manos, también está en venta. Esas manos también se mueven al ritmo del rap, de su propio rap. Pero esa, amigo mío, esa es otra historia.




domingo, 13 de octubre de 2013

Drexler, a la carta

Sucede en raras ocasiones que uno, casi sin buscarlo, se encuentra en un auditorio muy especial, tan íntimo y recogido como el que ofrece una iglesia no adscrita a ninguna religión. Y sobre el escenario aparece Jorge Drexler, que te regala dos horas de concierto para ti y unos cuantos amigos más.

Drexler, ese uruguayo que desprende simpatía a raudales y que puede presumir de haber ganado un Oscar en una ceremonia que le ninguneó, actuó hace unos días por una única vez en su visita a Nueva York. Y lo hizo entre la grabación en Canadá de su último trabajo y la promoción de esa curiosa aplicación, n, con la que sus seguidores se pueden convertir en compositores de sus canciones por un rato.

La aplicación, descargable en nuestro teléfono, es una ruleta de versos creados por Jorge Drexler para la ocasión y que pueden ser combinados en miles de propuestas para crear un nuevo tema cada vez, con el fondo musical listo para acompañar la letra escogida. Y como muestra, nada mejor que sacar a unos voluntarios al escenario que, Ipad en mano, iban mostrando al uruguayo la canción a interpretar. Toda una experiencia interactiva en directo, sin perder un ápice de creatividad, poesía e intimismo.

Pero no quedaría en ese tema improvisado la interacción ofrecida por el cantante. A la media hora Drexler ya nos avisó de que el concierto era poco menos que a la carta y, amparado en el intimismo de aquel espiritual lugar, nos pidió a los afortunados oyentes que propusiéramos los siguientes temas a interpretar. El fan musical, casi siempre entregado, convirtió aquella petición en un caos de títulos de canciones que retumbaban en las paredes de aquella iglesia pero que, de alguna u otra manera, llegaron a Drexler para que decidiera si estaba con ánimo o no de interpretarlos.

Y lo hizo, ya lo creo, bajo la luz de una tímida bombilla, sin más instrumentos que tres guitarras, cada una de ellas con su propia historia y una, en particular, de riguroso estreno ante el público, pues acababa de dejar su vida en una tienda neoyorquina para pasar a manos del oscarizado artista. Puesta en escena más simple y más efectiva sería difícil de encontrar, pues le acompañaron los ecos medievales del auditorio, los reflejos de luces sobre la piedra y la mágica reverberación de una acústica perfecta.

Fue con esas armas con los que Drexler nos confesó su Hermana duda como tema de apertura; recordó al detalle la noche en la que los curiosos animales luminosos le inspiraron para componer Noctiluca; nos hizo pensar en la Soledad, casi siempre Inoportuna y, para aquellos que a menudo sentimos el velo transparente del desasosiego instalado entre el mundo y nuestros ojos, nos animó a reflexionar sobre si la vida es más compleja de lo que parece.

Antes de desaparecer por detrás del altar apelando al sea lo que sea, llegó ese instante que uno esperaba en silencio, sin mucha esperanza de que ocurriera. El momento de escuchar la deliciosa versión de High and Dry de Radiohead. La versión que nos acompañara al gran Mélida y a mi a lo largo de 14.000 km de camino a Mongolia. La misma letra que, años después, habría de compartir con una rubia recorriendo carreteras namibias. La misma triste historia que, ahora en Nueva York, me habría de regalar optimismo, a pesar de todo.


Los enojados por lo que la ceremonia de los Oscar del 2004 hizo con Drexler se resarcieron una vez más cuando el artista nos ofreció de nuevo Al otro lado del río a capella. Y, al final, tras jugar de nuevo con una pos-moderna caja de ritmos, llegó la despedida a un público mayoritariamente hispano ante el que Jorge Drexler no tuvo complejos en hablar en inglés. Un inglés tan latino que otros latinos entendíamos a la perfección. Todo se transforma sonó y la velada se transformó en la sensación de haber estado en una fiesta privada con unos pocos afortunados más, escuchando a un cantante que se comporta como un amigo de toda la vida. En la boca, y recordando los versos de la también interpretada Aquellos tiempos, el sabor de que no hay tiempo perdido peor que el perdido en añorar.

Fotos cortesía de www.rockassonline.com
Agradecimiento especial a New York Latin Culture por su invitación

viernes, 4 de octubre de 2013

¿Me votas?

A ti, que me leíste cuando empecé mi aventura de la vuelta al mundo. A ti, que viste cómo me tiraba por un puente sobre el río Zambeze, que conociste mis experiencias como voluntario de la Fundación Khanimambo en Mozambique y que fuiste testigo de mi marcha a la jungla neoyorquina, te pido el voto para mi blog en los premios Bitácoras 2013, en la categoría de blog de viajes.

El premio es poca cosa, pero la posibilidad de que mi blog sea reconocido, ahora que empiezo a disfrutar de la escritura y el periodismo, me llena de ilusión.

Desde ya, ¡gracias!

Votar en los Premios Bitacoras.com