Finales
de junio. El calor húmedo y pegajoso que azota la ciudad en verano y
las famosas tormentas estivales en las que parece que Manhattan vaya
a sucumbir bajo sus lluvias han dado una tregua. En Bryant Park, uno
de los más históricos, cuidados y característicos parques de la
ciudad, cientos de neoyorquinos disfrutan del sol sin calor, de la
brisa sin contaminación, del impecable césped y de la comida barata
que se vende en los Food
Trucks
de alrededor (camiones ambulantes de comida rápida un poco más
sofisticados que los carros de perritos calientes y que cuentan vía
twitter en donde están estacionados). Detrás del parque,
separándolo de la famosa Quinta Avenida, imponente, se erige el
edificio central de la New
York Public Library (NYPL),
la Biblioteca Pública de Nueva York. Habrá turistas que piensen que
es uno más de los museos de la ciudad; quizá algún especulador
inmobiliario considere que esa preciada manzana a la altura de la
calle 42 entre la Quinta y la Sexta sería una buena ubicación para
un nuevo rascacielos; pero lo cierto es que se trata de una histórica
biblioteca que con el paso de los años no ha perdido un ápice de
elegancia y que ha sabido adaptarse a los tiempos modernos para
seguir siendo el referente de miles de personas que, cada día,
acuden a ella a estudiar, leer o tomarse un respiro de la estresante
ciudad.
![]() |
Edificio Central de la Biblioteca. Quinta Avenida. |
La
New
York Public Library
es mucho más que la Biblioteca municipal de la ciudad. Es una
institución educativa con casi 120 años de Historia sin cuya
existencia no se entendería el ritmo cultural de la Gran Manzana.
Algunas cifras hablan por sí solas: es la segunda biblioteca más
grande del país (sólo detrás de la biblioteca del Congreso) y la
tercera del mundo; además del edificio central, símbolo de la
institución, cuenta con 86 centros más repartidos por los distritos
de Manhattan, The Bronx y Staten Island; su colección alcanza los 52
millones de ítems, entre libros, libros electrónicos y DVDs; 18
millones de usuarios se benefician de sus servicios cada año y entre
sus colecciones históricas se encuentra la carta firmada en 1493 en
la que Cristobal Colón anunciaba el descubrimiento del Nuevo Mundo.
Sin
embargo, es preciso vivir en Nueva York para entender el verdadero
significado de la NYPL. Basta acercarse a una de ellas (no antes de
las 11 de la mañana, hora en la que las bibliotecas de barrio abren
sus puertas), acomodarse en una de sus espaciosas mesas de madera con
enchufes para cargar los portátiles y observar el espectáculo. De
los techos, siempre altos, cuelgan imponentes lámparas que no
desentonarían en la Scala
de Milán. Las estanterías que dan cobijo a los libros anuncian la
temática de los mismos con divertidos carteles de colores, de un
metro y medio de largo, con diseños psicodélicos.
En cada una de las bibliotecas, su sección informática, con docenas
(cientos si se trata del edificio central) de ordenadores conectados
a Internet. Un servicio de préstamo de portátiles permite a los
usuarios sentarse en su silla (o sofá) preferido de la biblioteca y,
a través del wifi gratuito, hacer el uso que quieran del PC. Ninguno
de estos gestos resulta extraño a un neoyorkino, ni conectar su
flamante Mac a la corriente en la misma mesa donde se sienta, ni
hacerlo al lado de una persona sin hogar que ha pedido prestado su
portátil después de aparcar su carrito del supermercado lleno de
latas vacías en el hall de la biblioteca y refugiarse, por unas
horas, del calor húmedo de Nueva York en verano, o del frío extremo
y la nieve si se trata del invierno.
Por
descontado, la biblioteca tiene su servicio de préstamos. Pero éste
se integra dentro de un sistema tan cómodo y avanzado que es un
auténtico placer pedir prestado un libro, un audio-libro, un DVD, un
CD de música, un juego para nuestro PC o ¡un e-book para nuestro
Kindle! Una vez introducido nuestro número de usuario y contraseña,
reservar cualquier elemento está a un click de distancia. La
aplicación nos dirá en qué lugar podemos ir en persona a recogerlo
y, en caso de no estar disponible allá donde nosotros queremos,
cuánto tiempo la institución tardará en llevarlo a ese lugar,
donde estará esperándonos. Por supuesto, un email nos avisará de
cuándo está disponible, del mismo modo que otro correo electrónico
nos prevendrá de la cercanía de la fecha de devolución del ítem
que hemos tomado prestado. El e-book, última novedad en el servicio
de préstamos de la NYPL, se descarga directamente en nuestro kindle
a través de la página de Amazon que reconoce nuestro usuario y
nuestro dispositivo. ¿Alguien da más?

Desde
hace algunos años, un colectivo formado por trabajadores y usuarios
de la Biblioteca coordina un movimiento para alertar del descenso de
fondos públicos destinados a la Institución. Según dicen, el
dinero que el Ayuntamiento de NY, con su alcalde Bloomberg a la
cabeza, destina a la NYPL desciende sistemáticamente cada año. La
biblioteca, como ellos mismos defienden desde la página web y las
campañas de sensibilización a las puertas de cada una de ellas, es
mucho más que un lugar de estudio y un sistema de préstamos de
libros. Es el referente cultural público más importante de la
ciudad y, para muchos, un lugar donde guarecerse de las hostilidades
de la capital del mundo. Firmar la
campaña
no cuesta nada y una vez hecho, más de uno se sorprende con la
rapidez con que el propio alcalde Bloomberg contesta a su petición
vía e-mail: “no te preocupes, vecino de Nueva York: la calidad de
la Biblioteca de Nueva York no está en riesgo. Seguiremos dedicando
la misma cantidad de fondos que siempre a este servicio
imprescindible para nuestra ciudad”. Palabra de alcalde.