lunes, 4 de marzo de 2013

Las fuentes del Nilo


Que el río Nilo desemboca en el mar Mediterráneo, al norte de la ciudad de El Cairo, es algo que más o menos todos podemos recordar. Que sea uno de los más largos del mundo (el segundo, en la actualidad, después de que el Amazonas lo haya desbancado de esta posición tras haberse descubierto un nuevo lugar de su nacimiento) y el más largo del continente africano es otro dato que podemos reconocer con facilidad. Sin embargo, a la hora de responder la pregunta de dónde nace el Nilo, la culturilla media entre la que me encuentro es posible que no sea suficiente para poder dar una contestación apropiada. Quizá encontremos consuelo en que, después de haber leído, investigado y preguntado, la respuesta a esta pregunta sigue sin estar clara. ¿Dónde nace el Nilo? Pues bien, depende de a quien se lo preguntes. Para muchos, el Nilo tiene su origen en el norte del lago Tanaganyka, en Ruanda, no muy lejos de donde se puede visitar a los gorilas (los de a quinientos cincuenta dólares la hora), aunque no faltará quien opine que el Nilo realmente tiene su fuente principal un poco más al sur, en Burundi, al este del mismo lago Tanganyka. Finalmente algunos son de la opinión, más guiados con fines de marketing turístico que por precisión geográfica, de que el río Nilo nace en el extremo norte del lago Victoria, cerca de la ciudad de Jinga, en Uganda.

¿El río más largo del mundo?
Y es con esta fuente del Nilo con la que nos vamos a quedar, que para eso hemos estado en ella. Allí, en una especie de santuario fluvial, convenientemente aclimatado a las necesidades de los turistas, estos pueden ver con sus propios ojos como, en un recodo del lago Victoria, de repente las aguas brotan con una fuerza diferente al del resto de esta tranquila y descomunal albufera, como si una fuente oculta en el fondo bombeara agua dulce con una fuerza tal que, en pocos metros, el caudal del río ya es navegable y, pocos kilómetros después, ya hace posible la creación de una presa que, para algunos, ha cambiado la fisionomía y fuerza del propio río. Para dejarlo claro, una placa en una pequeña (y turística) islita, nos recuerda que estamos delante del nacimiento del Nilo, en el lugar exacto en el que el explorador británico John Hanning Speke lo vio por primera vez en 1858. Claro que, si la misma señal también considera el río como el más largo del mundo, ¿por qué íbamos a creer que es esta la fuente del Nilo?

Sea o no, es mucho más interesante avanzar unos kilómetros hacia el norte, ponerse un casco y un chaleco salvavidas, montarse en una pequeña embarcación hinchable con un guía local y decidir, cinco meses después, volver a jugarse la vida lanzándose por los rápidos de un río, en este caso el Nilo y no el Zambeze. Sin duda, el rafting por el Nilo Blanco a la altura de la ciudad de Jinja es la actividad que descarga más adrenalina de todo Uganda y aunque no podamos comparar el número de rápidos por los que uno se tira (ocho, frente a los veintitantos de Victoria Falls) sí podemos comparar, ya lo creo, la intensidad de los mismos. Esta es tal que, ya sea porque sólo éramos cinco personas en la barquita, ya sea por nuestra poca pericia o tal vez porque nuestro guía tenía ganas de reírse a nuestra costa, fuimos sistemáticamente volcando la embarcación en casi todos los rápidos que afrontamos. La experiencia es divertida, qué duda cabe, hasta que llega el momento en el que uno, al volcar, pierde el contacto con la cuerda de la embarcación y es engullido por una corriente del río tras otra, llevado a merced de la fuerza del agua, confiando en que el chalequito salvavidas naranja cumpla su función y, finalmente, agradeciendo la experiencia de haber montado en boda-boda en Kampala, lo que le permite a uno poder mantener la respiración durante unos treinta segundos, aunque esta vez bajo el agua.

Murchison Falls
El Nilo, cuando deja de jugar a los rápidos y tragarse turistas para luego devolverlos a la vida, avanza mucho más tranquilo hacia el norte, cruzando Uganda con una ligera desviación al oeste, en su camino hacia el lago Alberta. Unos kilómetros antes de llegar aquí, en lo que a la postre sería el punto más septentrional de mi viaje por Uganda, el Nilo separa en dos el parque nacional de Murchison Falls y se convierte, de nuevo, es un destino turístico de primer orden para los viajeros por este país. ¿Cómo no visitar uno de los pocos destinos ugandeses donde se pueden encontrar con facilidad elefantes, antílopes y jirafas, y con un poco más de suerte leones, búfalos y leopardos? ¿Cómo no sentirse explorador inglés por un rato y, a bordo del ferry The African Queen, remontar un río a cuya orilla los cocodrilos y los hipopótamos parecen haber repartidos los espacios para no dejar apenas un lugar libre? ¿Cómo no ponerse en la piel de Humphrey Bogart e imaginarse junto a Katharine Hepburn enfrente de las famosas cataratas que aparecen en la película La Reina de África? Sí, las conocidas como Murchison Falls se encuentran aquí, al final de una hora de relajado trayecto en barco y un paseo a pie por la orilla del río. Elegantes desde la base, espectaculares y estruendosas desde arriba, la cataratas Murchison, llamadas así en honor al antiguo presidente de la Royal Geographical Society, Roderick Murchison.

Hasta pronto, Uganda
Uganda, ese país sonriente y amable que ha visto en el turismo la mejor manera de salir de su sombrío pasado, nos despide también con agua. En su extremo este, en la frontera con Kenia, protegidas por el imponente Monte Elgon, se precipitan una detrás de otra las tres cascadas que conforman las Sipi Falls, la mayor de ellas de cien metros de altura, y que regalan además unas vistas inolvidables de un valle rodeado por frondosos bosques y cuevas ocultas tras el macizo de piedra. Allí, enfrente de las cascadas, unos cuantos voluntarios americanos del Peace Corps (omnipresentes en África) tuvieron la brillante idea de construir un hostel cuyo mayor mérito, que no es poco, es el de ofrecer cada mañana al despertarse la más espectacular de las vistas de Uganda. Aún con agujetas acumuladas por las caminatas por las montañas, todavía con la cara risueña del chimpancé en la retina, escuchando de fondo el rugido del agua precipitándose por las Murchison Falls y rememorando los treinta interminables segundos sumido en la lavadora de uno de los rápidos del Nilo después de caer de mi barquita del rafting, uno abandona Uganda convencido de que, si no lo es ya, este país será un destino turístico de fama mundial en menos de lo que una moto taxi o boda-boda tarda en cruzar Kampala de punta a punta.  

3 comentarios:

  1. Vaya Sergio,
    después de tanto rafting, supongo que la próxima aventura será un barril por las cataratas del Niágara no?
    Gracias por tu postal keniata!
    Un abrazo,
    Ferran

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    Respuestas
    1. Compañero, qué alegria saber que la postal ha llegado a Barcelona.
      La próxima aventura tú ya sabes cuál es, y empieza este mismo viernes...
      Un abrazo

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Gracias por comentar mi blog. Gente como tú hace que siga teniendo ganas de seguir escribiendo y me da fuerza para continuar con mi viaje.