A
principios del año 2008, unos días después de las elecciones
presidenciales celebradas el veintisiete de diciembre de 2007, Kenia
se sumió en el caos y la violencia. Los partidarios de Raila Odinga,
perdedor de las elecciones, alentados por un líder que, a pesar de
la derrota y apelando a un masivo fraude electoral se proclamó
"presidente del pueblo", comenzaron una espiral de
violencia por todo el país que fue duramente contestada por los
partidarios del presidente electo, el octogenario Mwai Kibaki, en un
contraataque orquestado por Uhuru Kenyatta, delfín de Kibaki. El
conflicto, que duró más de dos meses, se llevó por delante la vida
de mil trescientas personas, mas de medio millón de desplazados y
causó una profunda herida social, política y étnica. Tras la
denuncia de fraude electoral de los observadores internacionales, las
apelaciones étnicas a su conveniencia de los líderes políticos y
la intervención del entonces presidente de las Naciones Unidad, Kofi
Annan (el de verdad, no este) ambos líderes firmaron un acuerdo de
paz que concluía que Kibaki, ganador de las elecciones, renovaba su
mandato de presidente y Odinga, supuesto perdedor, se convertía en
el primer ministro del país. Aquel acuerdo puso fin a la "guerra
civil, la expresión empleada por unos enfermeros de un hospital que
visité en Nakuru cuando les pregunté por su recuerdo de aquellos
días. La política se mezcló con la identidad étnica y la miseria,
protagonizada por esos millones de keniatas que viven con menos de un
dólar al día, salió a las calles. En Kibera, el suburbio de
Nairobi considerado el
slum más grande de
África, tuvo lugar el epicentro de las protestas y también de los
muertos, y todo el país, de oeste a este, de la frontera somalí a
la tanzana, se sumió en un estado de violento pánico.
Nadie en Kenia ha
olvidado aquellas semanas. Ni los keniatas ni los expatriados,
voluntarios o turistas. Hay miedo, mucho, y mucha precaución, quizá
excesiva. El gobierno español avisa a los turistas de esta forma,
tal y como puede leerse en la
página web del Ministerio de Asuntos Exteriores en la información sobre Kenia:
AVISO
CON VISTAS A LAS ELECCIONES DEL 4 DE MARZO DE 2013
El
próximo 4 de marzo de 2013 se celebrarán en Kenia elecciones
presidenciales y generales. En función del resultado podría haber
una segunda vuelta, en principio prevista para el 11 de abril. La
tensión puede aumentar a medida que se acerque la fecha de las
elecciones y prolongarse a lo largo de todo el periodo electoral y
postelectoral. Por ello, aquellas personas que tengan previsto
desplazarse a Kenia durante ese periodo deben valorar la posibilidad
de retrasar el viaje si no es imprescindible realizarlo. Si
finalmente se desplazan a Kenia (...) extremen las medidas de cautela
y autoprotección, evitando las aglomeraciones, algaradas o lugares
públicos donde se celebren reuniones de carácter político. Se
recuerda que existe un serio riesgo de que se produzca un serio
riesgo de que se produzcan secuestro en todo el país. La inseguridad
es alta en todo el territorio de Kenia, tanto por actos de
delincuencia común como organizada, especialmente en la capital,
Nairobi, así como en las principales ciudades. Se aconseja por lo
tanto extremar las medidas de seguridad y autoprotección. Kenia no
está libre de la amenaza terrorista.
Y
es que el miedo está muy presente. Los voluntarios y cooperantes de
una Fundación española que opera en la isla de Lamu nos contaron
que, desde una semana antes de las elecciones, se irían unos días
de turismo a Tanzania, país desde el que vigilarán la evolución de
Kenia tras las elecciones. Uno de mis compañeros de safari por el
parque del Serengety (Tanzania), un médico aleman voluntario en
Nairobi, ha decidido que sus quince días de vacaciones coincidan con
el periodo pre y post electoral keniata. E incluso dos turistas,
también germanas, no muy pendientes de la actualidad internacional y
al enterarse de la proximidad electoral y pedir consejo a su embajada
en Nairobi, se plantean con cierta urgencia la posibilidad de cambiar
sobre la marcha el destino de sus dos semanas de vacaciones. A pesar
de las llamadas a la calma de los políticos, a pesar de que los
keniatas que viven del turismo (la principal industria del país)
aseguran por la cuenta que les trae que esta vez no se repetirán los
conflictos, a pesar de que mil trescientos muertos son demasiados
para que el país no haya aprendido la lección, lo cierto es que los
protagonistas de lo ocurrido en 2008 son los mismos que los que se
presentan a las elecciones: el señor Odinga, hijo de una importante
familia política, de la etnia de los Luo y admirador de Fidel
Castro, fue el instigador de las primeras revueltas violentas de hace
cuatro años; y el señor Kenyatta, hijo del primer presidente de
Kenia, una de las personas más ricas del país, miembro de la etnia
de los kikuyu y con un juicio previsto para el próximo abril en el
Tribunal Penal Internacional de La Haya por crímenes contra la
humanidad cometidos como respuesta a las primeras revueltas
postelectorales. Dos joyas.
Desde
hace meses, Kenia vive pendiente de las elecciones. El pueblo, sea
llano o no, ha seguido con inusitado interés la campaña electoral,
comenzada hace meses, y el debate político está presente en la
calle, en los mercados, en las paredes de cualquier rincón del país,
empapeladas hasta el extremo de carteles propagandísticos. El
primero de los dos debates electorales celebrados fue retransmitido
por todas las televisiones del país, anunciado a bombo y platillo
por todos los medios de comunicación y seguido por la mayoría de la
población. "Mejor que confirmes tu reserva para el safari esta
misma mañana - me pedía el gerente de una agencia de viajes de
Nakuru- porque esta tarde es el debate de las elecciones y cerramos
la oficina para verlo". Durante semanas, las manifestaciones de
los partidarios de uno y otro partido (en total ocho candidatos
electorales, aunque todos menos dos sin la más mínima posibilidad
de victoria) se dejan ver por las calles de Nakuru, Nairobi, Mombasa
o Lamu, enfundados en sus camisetas de colores, armando un barullo
mayor, si cabe, que los partidarios del otro partido, en la acera de
enfrente, que cortan la circulación con una caravana de camiones
descapotables.
Cinco
de marzo de 2013. Nueve de la noche hora de África del Este.
Kenyatta, el delfín del actual presidente y futuro inquilino del
banquillo de La Haya parece haber ganado las elecciones. Con el 40%
del escrutinio, este politólogo formado en Estados Unidos obtiene el
53% de los votos lo que le convierte automáticamente, tal y como
establece la nueva Constitución, en el nuevo presidente del país,
sin necesidad de una segunda vuelta electoral. De momento, los quince
muertos registrados entre los días de ayer y de hoy no parecen
vaticinar una nueva espiral de violencia aunque, desde la lejanía de
Tanzania, me pregunto cómo se vivirá la jornada postelectoral en
alguno de los suburbios de Nairobi que vi desde la ventanilla de mi
tren nocturno con destino Mombasa. Allí, los más pobres del país
aseguran que ellos no entienden de clanes ni de etnias, de rojo ni de
azul, de una familia política ni de otra. Sólo de ricos y de
pobres. Y pase lo que pase no parece que ningún candidato vaya a
luchar por revertir la situación del país 140 sobre 176 en la lista
de Transparencia Internacional.
Te recomiendo un artículo relacionado sobre el tema, bastante bueno.
ResponderEliminarhttp://www.esglobal.org/kenia-contra-si-misma
Abrazos.
Gracias, muy interesante. Han pasado cuatro días y siguen con el recuento. Pinta mal la cosa...
ResponderEliminar