Fue el primer ministro
británico, Winston Churchill, el que tras un viaje a Uganda cuando
ésta era todavía parte del imperio británico bautizó a este país
como “la perla de África”. Años después, ese sigue siendo el
eslogan turístico para atraer visitantes de todo el mundo a este
país con la mitad de extensión y la mitad de población que España.
En la época del acertado comentario de Churchill, Kampala no era
todavía la capital (privilegio que tomó de Entebbe, donde queda el
aeropuerto internacional del país), ni la animada y caótica urbe
que es hoy; puede que tampoco fuera una de las ciudades más seguras
de todo África oriental, tal y como nos la hemos encontrado en
nuestros días y, con toda seguridad, no sería el escenario en el
que casi todo es posible en apenas cinco días, siempre que uno se
deje llevar por los habitantes locales y, sobre todo, le eche el
valor necesario para subirse a un boda-boda y cerrar los ojos.
Boda-bodas en su reino |
Un boda-boda es
una moto barata, de fabricación china, ruidosa y contaminante,
pilotada por un conductor suicida que gana unos diez dólares diarios
llevando a pasajeros en el asiento trasero de su motocicleta de un
lugar a otro de la ciudad. Una moto-taxi, vaya. Su nombre proviene de
que, al principio de su existencia, transportaban pasajeros de un
frontera a otra del país (border-border). Hoy, los trayectos
por Kampala, aunque no vayan a ninguna frontera, tardan casi lo mismo
que si lo hicieran, y es que la ciudad parece vivir en una permanente
hora punta y tiene el privilegio de contar
con el tráfico más caótico que he podido conocer en seis meses de
experiencia africana. Y eso que para el conductor de moto-taxi las
normas de circulación son un ente teórico del que alguna vez oyó
hablar a alguien, pero que jamás se ponen en práctica. Los
semáforos no existen, las rotondas no implican necesariamente ceda
el paso (de hecho, las motos cuadran el círculo en las mismas en
función de la salida que necesiten tomar) y las aceras son un carril
más por el que circular. Quizá porque no conocen las leyes, porque
todos asumen que tienen preferencia, porque son los auténticos reyes
de la ciudad, los boda-boda son la única alternativa real de
transporte en la apasionante ciudad de Kampala. Es en boda-boda
donde uno carga su macuto, su mochila de mano y el backpack de
una de sus dos compañeras de viaje para llegar al hostel donde
dormirá, mientras ellas dos asumen la carga del tercer macuto y
suman los tres pasajeros que junto con el piloto, transportará la
motocicleta. Lo más habitual, teniendo en cuenta que si se paga lo
suficiente el conductor puede cargar con tres personas más además
de él mismo.
Un horno de pan ugandés |
Viajar con suizas tiene,
entre otras muchas ventajas, que un día vieron en la televisión de
su país un programa al estilo “me cambio de familia”, pero que
bien podría titularse “me cambio de puesto de trabajo”. En él,
dos panaderos suizos dejan atrás su lujoso horno occidental y viajan
a Kampala durante una semana para intentar apañárselas con las
condiciones de trabajo de una bakery ugandesa. Al mismo
tiempo, William, panadero ugandés, se desplaza a la Suiza germánica
para demostrar su valía usando la mejor tecnología al servicio de
la panadería y repostería. Y, cómo no, las suizas querían conocer
la panadería ugandesa y al protagonista de este reallity show helvético (¿es un consuelo que no seamos los únicos aficionados a
la telebasura?). Es así como, tras treinta minutos de boda-boda,
William se nos revela como uno personaje de leyenda, un artista en el
noble arte de decorar tartas de cumpleaños y de boda, un empresario
en potencia que ya sueña con levantar su propio negocio de
repostería sustentado en el aerógrafo de decoración que le
regalaron en Suiza y del que no dudamos que cumplirá su promesa de
invitarnos a su boda, sin fecha todavía, y de cuya tarta nupcial él
será el único responsable.
Delegación de la Unión Europea en Kampala |
Kampala es una ciudad
desestructurada y caótica, que con gusto y facilidad te arrastrará
donde ella quiera, si tú te dejas llevar. Y es así como, una noche,
sin saber muy bien los motivos, nos vimos durmiendo
en la mansión del periodista más popular de Uganda. Allí me perdí
durante horas en su impresionante
biblioteca, caracterizada por su obsesivo interés por la política
norteamericana, el genocidio de Ruanda y la Alemania nazi. Y fue allí
donde comprendimos que también en Kampala, como en todas partes, hay
ricos, y que no todo son barrios en los suburbios donde nuestros
queridos anfitriones, por aquello de la solidaridad entre scouts,
también nos quisieron presentar. Aquellos lugares donde un blanco
solo no puede entrar, aquellas chabolas donde vive un familiar cuyo
parentesco nunca llegamos a comprender, aquellas Iglesias Adventistas del Séptimo Día que acogen a huérfanos y
que, años después, son presentadas con orgullo a sus amigos
extranjeros por esos mismos huérfanos. Y, entre medias, todo lo que
se quiera: una fugaz visita al casino, un paseo por el único museo
del mundo en el que se mezclan los fósiles de rinocerontes con la
colección de carteles olímpicos, una jam session en el
teatro nacional donde aquel que quiera puede hacer sus primeros
pinitos como estrella de la canción, adentrarse en el laberinto de
la estación de autobuses o recordar un pasado laboral cercano al
descubrir la bandera europea luciendo orgullosa en el mejor y más
alto edificio de la ciudad.
¿Dónde está mi autobús? |
Como medida de precaución
que sólo sirve para calmar el miedo psicológico, que no el real,
uno pronuncia como un cliché repetido aquello de “and go slow,
my friend” al conductor del boda-boda que se dispone a
coger. Pero a veces, sólo a veces, quizá cuando el tiempo se ha
echado encima, cuando la noche parece indicar que no hay tanto
tráfico o cuando dos cervezas hacen que el miedo se disipe, uno
cambia el “y vete despacio, amigo mío” por un “quickly, I'm
late”. Y es entonces cuando el piloto asume su rol de rey de la
ciudad, respira hondo y transporta al pasajero al lugar deseado, eso
sí, pero inventando un nuevo código de circulación en el camino y
marcando un nuevo récord en lo que a aguantar la respiración
se refiere.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por comentar mi blog. Gente como tú hace que siga teniendo ganas de seguir escribiendo y me da fuerza para continuar con mi viaje.