Manejando el telar con maestría |
Una tarde de enero, un grupo de
europeos formado por un belga flamenco (los belgas valones,
francoparlantes, o no viajan o se ocultan con maestría), dos
encantadoras suizas, una pareja de ingleses y un españolito llegan a
la ciudad tanzana de Iringa, en el sur del país, después de dos
días y medio recorriendo más de mil kilómetros entre la última
ciudad del norte de Malaui, la ajetreada frontera con Tanzania y la
agobiante población de Mbeya. A bordo de autobuses enormes,
confortables, con asientos numerados (un auténtico shock después de
meses de hacerse hueco a codazos en los medios de transportes) y
poblado de vendedores a bordo que tratan de colocar sus productos
cosméticos, estos seis mochileros eligen Iringa como ciudad de
descanso temporal, y allí se topan con un lugar donde alojarse que,
a priori, tiene aspecto de tienda de recuerdos y productos de
artesanía. Un hombre con sobrepeso y vestido con una elegante camisa
blanca baja corriendo las escaleras y, con grandes aspavientos pero
sin decir una palabra, nos indica que subamos al piso de arriba. ¿Es
aquí el hotel? No contesta. ¡Buscamos el hostel! Seguimos sin
respuesta. Sólo en el piso superior, tras encontrar la recepción a
la que nos ha dirigido el señor por medio de gestos, la simpática
chica recepcionista nos da la bienvenida al Neema Craft Centre, una
pequeña fábrica/taller/hotel/restaurante donde todos sus
trabajadores son discapacitados físicos. Por ejemplo, sordomudos,
como el caballero de la camisa blanca que nos ha mostrado el camino
de la recepción.
Fabricación de papel reciclado |
Iringa, una ciudad mediana enclavada en
lo alto de una colina, con impresionantes vistas al valle que la
rodea, no ofrece demasiadas opciones turísticas si lo comparamos con
todo lo que Tanzania es capaz de proponer al turista. Sin embargo,
esta ciudad de paso en el camino a Dodoma (posiblemente, la capital
más fea del mundo) o a Dar es Salam (la ciudad más grande del país)
merece una visita sólo por comprobar lo que es posible hacer en
favor de los discapacitados en este Neema Craft Centre. La misma
recepcionista, cuando sale de la pequeña oficina donde anota
nuestros nombres, nos muestra nuestras habitaciones. Es entonces
cuando comprobamos que anda con dificultad por una pronunciada cojera
en una de sus piernas. Polio, en su niñez, habríamos de enterarnos
más tarde. En el restaurante, donde sirven los mejores batidos de
África del este, los camareros y cocineros son todos sordomudos,
pero no importa, porque alguien ideó un sistema perfecto de
comunicación entre clientes y servicio consistente en apuntar en
unos papelitos el pedido, con letra clara y en mayúsculas, eso sí,
ya que ese papelito habrá de llegar hasta el cocinero. La cajera,
también sordomuda, nos cobra y nos ofrece un estandarte con un
numerito que será el que el camarero, el mismo de la camisa blanca,
buscará entre las mesas para hacernos llegar nuestro pedido. En el
propio menú del restaurante y para facilitar las cosas nos
encontramos con una introducción al lenguaje de signos, y es ahí
donde aprendemos a decir “gracias”, “la comida está buena” y
“por favor”, entre otras cosas. El silencio se contagia en el
salón, al igual que la creencia de que el resto del personal que
trabaja allí es sordomudo, y uno sonríe cuando se da cuenta de que
intenta comunicar también con gestos con la recepcionista, que es
coja, pero oye y habla perfectamente.
Cuidado al manejar el material de la serrería |
El Neema Craft Centre nació hace ahora
diez años gracias al esfuerzo de la Diócesis Anglicana de Iringa.
No recuerdo si ya lo he comentado en alguna ocasión, pero casi todos
los proyectos de cooperación en los que la Iglesia anda detrás
funcionan, ya lo creo si funcionan. Se me antoja imprescindible
realizar la visita guiada de los talleres, que ocupan toda la planta
baja del edificio, excepto la pequeña tienda de la entrada donde se
venden los productos. La visita empieza con el taller textil, donde
una docena de personas manejan con brío el telar para fabricar
fundas de cojines, sábanas, pequeñas alfombras o telas rasas con
las que luego otros compañeros forrarán marcos de fotos, muñecas o
llaveros. Todos ellos tienen alguna discapacidad motriz: perdieron
una pierna, la enfermedad de la polio les provocó una cojera en su
infancia o un accidente de tráfico les dejó paralíticos. En la
sala contigua, el taller de artesanía, donde más de veinte
personas, en su mayoría mujeres, trabajan en la confección de
muñecas, libretas, cuadernos, llaveros, camisas, coloridos vestidos
o tarjetas postales. Reina el silencio, roto por la cadencia de las
máquinas de coser marca Singer que funcionan a golpe de pedal. El
trabajo en cadena es evidente, pero en ningún caso tan claro como en
aquellos productos hechos de papel reciclado. Al principio de esta
cadena, uno de los trabajadores que más nos llama la atención: el
encargado de fabricar el papel a partir de una masa grisácea y
espesa de la que, tras colocarse en unos filtros rectangulares,
repasarse con una espátula y dejarse secar unos minutos, se obtiene
unas hojas brutas con las que otros compañeros prepararán sus
tarjetas postales o los originales cuadernos. Un poco más allá, el
taller de ebanistería, del que nacen llaveros de madera o bases para
lámparas y velas. Y por último, lo más parecido a un taller de
orfebrería, donde dos tanzanos preparan lámparas decoradas con
cristales de colores extraídos de botellas de cerveza recicladas. El
proceso, que observamos asombrados desde el principio, comienza
rompiendo dicha botella, puliendo uno a uno los pedazos de cristal
verde o marrón hasta que quedan redondeados y cociendo unas
estructuras de barro en las que previamente se han incrustado los
pedazos de cristal pulido. Pura artesanía que unas horas después
encontraremos en la tienda de este centro donde más de doscientas
personas de la ciudad de Iringa y alrededores han encontrado un
trabajo y, tal y como dicen las numerosas historias personales que
decoran las paredes del restaurante y la tienda, su propia dignidad.
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Maputo. Fotograma de la película "De Corpo e alma" |
Uno de los fines de semana que pasé en
Maputo, la capital de Mozambique, me topé por casualidad con la
proyección, patrocinada por el Centro Cultural Francés y la
Embajada española, de la película-documental “De Corpo e Alma”.
Este film mozambiqueño cuenta las tres historias personales de tres
discapacitados físicos de Maputo: la de una chica sin piernas que se
desplaza en silla de ruedas, la de otra joven madre sin brazo
izquierdo y la de otro chico a la que también la polio le dejó sin
movilidad en las piernas y se desplaza gateando. El documental,
ampliamente premiado y ya exhibido en la mayoría de capitales
europeas, muestra tal cual la vida de estas tres personas, desde su
problemas por usar el transporte público hasta el rechazo que llegan
a sufrir en un país como Mozambique. “Si ya es difícil de por sí
subir a una chapa -cuenta la chica sin piernas- imaginad lo que es
pedir al cobrador que me ayude a subir y luego pliegue mi silla y no
me haga pagar por ella”. “En algunas tiendas no me dejan entrar,
-comenta el chico que se mueve gateando- porque me dicen que eso
puede ser contagioso”. Al final de la proyección, los tres
protagonistas suben al escenario, comentan algunos detalles del
rodaje y aceptan las preguntas del público. La joven madre, que en
la película aparece embarazada, comentó, sonriente, como muchas
veces ha escuchado “¿quién te pudo hacer un hijo, a ti, que no
tienes brazo”, antes de pedir a su hijo, ya con tres años, que
subiera al escenario a saludar.
¡Me ha emocionado un montón leer este post! Gracias a ti, ahora sé todos los cambios que ha habido en el Centro.
ResponderEliminarY nada de "extraordinaria"!! Solo tuve la suerte de conocerlo y disfrutarlo. Y qué suerte de verdad que lo hayas conocido tú también!! Es increíble!!
Sin duda, los que están detrás de estos proyectos, los principales protagonistas - los que participan y viven estos cambios - si que son personas extraordinarias.
Y sin duda, una persona que consigue percibir, y describir con humanidad la magnitud de los desafíos que implican poner en marcha este tipo de proyectos para darlo a conocer a un público que no suele recibir este tipo de información está haciendo una gran labor :-)
Asante sana Sergio por este post y por seguir difundiendo multitud de pequeñas victorias logradas en distintos lugares del continente.
Sin duda es la experiencia humana lo mejor que ye estas llevando de este increíble viaje.
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