lunes, 10 de diciembre de 2012

Motivos para volver


Una mañana de diciembre atravesé por última vez la carretera entre Praia de Xai-Xai y la ciudad del mismo nombre. Antes de recorrer esos 10km de leves colinas verdes y exuberantes campos de palmeras por cuyo arcén siempre caminan niños o mujeres con alguna carga en la cabeza, la Escolinha de Khanimambo fue testigo de las despedidas. Allí estaba Paciencia, difícil de emocionar aunque aquella mañana ella hiciera una excepción, que me dijo lo mismo que un mes antes: “estamos juntos” y me hizo prometer que volvería a visitarla. Acudió a la despedida Hortensia y alguno de sus seis (cinco+uno adoptado) hijos, a la que le cuesta entender que quiera viajar al norte de Mozambique pudiendo quedarme en Xai-Xai más meses. Y por allí, medio escondido detrás de la Makita (el minibús de Khanimambo que transporta a los niños cada día), aparecería justo antes de mi marcha Dinho, mi hermano, compañero de cuarto, de batallas, de carreras por la playa y de confesiones durante el último mes. Los malos resultados de sus exámenes terminaron de golpe, hace una semana, con las bromas, los atardeceres playeros y las sesiones de música española, pero Dinho tenía que despedirse de mí y yo soltarle mi última monserga: “Piensa lo que quieres ser de mayor, Dinho”, le dije, “que volveré dentro de poco para que me lo cuentes”.


Motivos para volver a Xai-Xai, dentro de un tiempo, como el de comprobar cómo le fue a Destinia en la universidad. Destinia, la misma que tiritaba de malaria al principio de mi llegada, la primera chica en llegar a la universidad de todas las ahijadas de Khanimambo y que en febrero empezará (quieran la burocracia y las plazas disponibles) sus estudios de Farmacia. Destinia, la que me agradece con lágrimas en los ojos que le haya conseguido los 200 meticáis (unos 8 euros) para que su hermano pueda venir a verla este verano. Le he regalado un llavero en forma de chancla de colores y le he dicho que es la mejor, que no se deje vencer. Me regala su mejor sonrisa, un abrazo y me pide que vuelva algún día.

Gil, alegría y talento a raudales
Motivos para volver y reencontrarme con Gil, una prueba evidente de que a veces lo mejor tarda en llegar. Gil, ahijado de Khanimambo, el primero de todos que empezó estudios universitarios y que desde hace tres años se forma para dentista en Nampula (al norte del país), con un talento fuera de lo normal y que apareció el último fin de semana en Xai-Xai para embaucarnos con su música. Gil será odontólogo en el futuro, pero siempre ha sido un artista. Huérfano de padre y madre, obligado a trabajar para subsistir desde pequeño, Gil aprendió a tocar la guitarra mirando a los demás, encontrando partituras en la basura y practicando miles de horas. Hoy no sólo hace lo que quiere con la guitarra, sino que es capaz de inventar letra y música de un tema en una mañana y así, con la misma alegría y entusiasmo con el que te describe cómo empastar una caries, interpreta los himnos de Khanimambo. Como este que suena de fondo en el vídeo del que ya hablé, y que está a punto de llegar a las 400.000 visualizaciones en Internet. Le contamos a Gil que dentro de poco medio millón de personas habrán escuchado sus acordes y lanza uno de sus naturales gritos agudos acompañado de una mueca de incredulidad.


Motivos para volver, como el de reencontrarme con Adelaide, mi niña preferida, a la que la incapacidad para hablar y escuchar le habrá enfrentado a nuevos desafíos que ella, seguro, habrá superado con la misma energía con la que la he visto bailar reggae sin poder oír la música. O con la profesora Evam, la pedagoga, a la que he visto organizar, jalear y premiar los desfiles de los niños cada mediodía con la misma ilusión. O al sr. Mondlane, con sus seis hijos, antiguo conductor de chapa entre Maputo y Xai-Xai y que parece disfrutar transportando a docenas de niños cada día hasta la Escolinha a bordo de la Makita. Y aquí paro, porque es injusto citar sólo a tres o cuatro personas de las cientos que me han dado los buenos días cada mañana en el último mes.



Gracias, Eric
Un motivo más para volver: ver a Alexia en Khanimambo, en el lugar que ella un día creó y en el que no he podido coincidir por estar esperando la hermanita de su hija Martina y la nueva nieta de mi amiga, y compañera de ruta, Cristina. Alexia es un terremoto de ilusión y verla, megáfono en mano, organizando a los niños en la escuela es un espectáculo que tendré que ver con mis propios ojos y no conformarme con lo que me han relatado. Al que sí vi fue a Eric, compañero de trabajo, despacho, comidas, muchas cenas y mi guía particular de Xai-Xai y el mato. Durante un mes, en los cafés a media mañana, hemos arreglado España, tratado el tema de Catalunya, recordado buena música de los 80 y 90 y repasado batallitas de viajes pasados porque Eric, además de gran fotógrafo y una de las almas de Khanimambo, es un viajero de cuerpo y alma. Gracias por todo, que ha sido mucho, compañero.

Y motivos para volver, quizá el más llamativo, el más vistoso, el más costoso: el nuevo lugar donde, algún día, encontraré a Paciencia, a Hortensia, a Evam, a Adelaide, a Mondlane y por supuesto a Alexia y Eric. El proyecto más ambicioso de la Fundación Khanimambo, la construcción de una nueva Escuela en el lugar en el que hoy sólo hay unas piedras delimitando el terreno pero del que ya hay un completo proyecto de arquitectura esperando ponerse en marcha. La Escolinha se ha quedado pequeña, no caben más niños en el actual Khanimambo y por eso, dentro de poco, un nuevo lugar con más aulas, comedor, servicios más higiénicos que los actuales, mejores zonas para jugar y hasta un pequeño centro de atención primaria para la comunidad serán realidad. Aunque, como todos los que seguimos a la Fundación Khanimambo sabemos, lo que en realidad se va a construir es una fábrica de donativos de felicidad más grande, capaz de cubrir la demanda que llega desde España y que parece que aumenta con la maldita crisis. La fábrica está a punto de empezar su construcción, por si aún te apetece formar parte de ella y acelerar así el día en el que yo vuelva a Xai-Xai.

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