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La casa rural basota |
Viajar por Lesoto, aunque sólo sea durante unos días, puede resultar una experiencia inolvidable y completamente diferente al resto de las demás en África del Sur. Todo, absolutamente todo, cambia una vez se cruza la frontera desde Sudáfrica (único país desde el que se puede entrar, ya que Lesoto está totalmente rodeado por este país). De hecho, si se entra por la frontera noreste del país, cerca de la zona de North Drakensberg, el puesto fronterizo de Lesoto brilla por su ausencia, y uno sabe que ha entrado en la tierra de los basoto porque le acaban de estampar el sello de salida sudafricano. Dicen que una riada se llevó por delante el puesto fronterizo, yo creo que no tienen suficiente presupuesto para poner uno allí.
Lo que para la mayoría de los turistas es una excursión de un día a Lesoto, saliendo del Amphitheatre Hostel por la mañana y regresando por la tarde, tras haber visitado la primera aldea basota pasada la frontera, se convirtió para mi en una experiencia de 5 días en la que me vi abducido por un país carente de todo tipo de comodidades modernas pero al mismo tiempo hipnótico y envolvente para viajeros que no buscan destinos convencionales. Le dije a mi guía que me quería quedar en Lesoto y que no volvía al hostel, así que me buscó alguien de la comunidad que pudiera darnos cobijo y acogernos una noche en aquel pequeño pueblo. Y hablo en plural porque Sheila, una alemana de origen indio, decidió seguir mis pasos y quedarse dos días conmigo (ella habría de regresar a Drakensberg con la próxima excursión dos días después). A la postre, se convertiría en la compañera de la mitad de mi experiencia en Lesoto. Así que, dicho y hecho, a las 4 de la tarde nos vimos en manos de un profesor de la escuela de primaria de la zona, casado y con dos hijos, que nos llevó a su casa donde íbamos a pasar la noche. Y su casa, como la mayoría de las casas tradicionales en Lesoto, era una rondavel, un tipo de cabaña redonda hecha con adobe y techo de paja, sorprendentemente parecida a las yurtas mongolas.
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Ahora ya conozco mi futuro, gracias al sangoma |
Antes de anochecer, nuestro anfitrión nos propuso alquilar unos caballos (los llaman ponys, pero en realidad son caballos un poco más pequeños y delgados de lo habitual) para visitar al sangoma local, es decir, el curandero/adivino/mago/oráculo de la zona. Los basotos son muy supersticiosos y con una arraigada creencia en los ancestros, y desarrollan sus propios amuletos y rituales. Así que allí nos vimos, delante del curandero que, tras quemar unas hierbas, meter el humo en una bolsa, hacernos soplar dentro de ella y arrojar al suelo unas piedras, patas de mono, plumas de aves y conchas de mar que había en su interior, nos leyó el futuro e interpretó nuestro presente a Sheila y a mi. Lo siento, no puedo deciros lo que los ancestros me revelaron, pero os diré que casi todo era bueno...
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Sheila preparando buñuelos para el dia siguiente |
Llegado el momento de la cena, la mujer de nuestro anfitrión cocinó espinacas frescas, un poco de pollo y el típico puré hecho con maíz. La cena, como la preparación de la misma, tuvo lugar bajo la luz de las velas ya que en este poblado, como en la gran mayoría de las zonas rurales de Lesoto, no hay electricidad ni agua corriente. Eso significa no televisión, no teléfonos móviles, no baños como los conocemos (los servicios son fosas sépticas cavadas en el suelo) y no vida más allá del atardecer que no sea bajo la luz de las velas. Antes de dormir dentro de la casa circular preparamos el desayuno para el día siguiente: fat cakes o una especie de buñuelos, absolutamente deliciosos cuando se toman recién hechos a las 5 de la mañana, bajo un intenso frío, sin luz y antes de coger el “taxi mini-bus” a nuestro próximo destino.
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Cantautor espontaneo y su guitarra de tres cuerdas |
Después de 3 horas de viaje para hacer 50 km en un autobús de 15 plazas en el que, en un momento dado, conté 23 pasajeros, llegamos a Butha-Buthe, pequeña población con lujos como electricidad, agua potable canalizada y una calle principal asfaltada. Nuestra guía Lonely Planet nos llevó al Albergue de la Juventud de la ciudad donde iba a aparecer en nuestras vidas un personaje legendario: Mr. Ramakatane. Se trata de un anciano de 75 años con una energía envidiable, fundador del movimiento de Albergues Internacionales en Lesotho hace 30 años y que mantiene su hostel como hobby, ya que apenas recibe visitantes. Ramakatane, fotógrafo, periodista, ex diputado de su país, ganador de innumerables premios y persona muy respetada en la comunidad, exhibe orgulloso su libro de visitas al hostel y pide encarecidamente que escribas en él. Su hospitalidad está a otro nivel, y alojarse en su hostel (a 4 km de la ciudad por un camino de barro imposible para coches convencionales) implica pasar parte del día con él, conocer a los vecinos, entrar en sus casas, recoger con el coche a jóvenes músicos que hacen autostop y por supuesto ir a la propia casa de Ramakatane, donde es obligado repasar el álbum de fotos familiar. Al día siguiente, Ramakatane me iba a llevar gratis a Maseru, la capital del país, a bordo de un coche del gobierno de Lesoto y acompañado de dos diputados nacionales. Impagable.
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Cena bajo la luz de las velas |
Poco o nada hay que hacer en Butha-Buthe, más allá de visitar la cueva de Liphofung, regatear hasta el aburrimiento con taxistas que cambian sus tarifas sobre la marcha y preparar la cena lo antes posible para no tener que cocinar bajo la luz de las velas. Y allí, bajo la lluvia que golpeaba en el tejado de uralita; sacando agua del pozo para cocinar, jugando a las canicas con los vecinos, cubiertos bajo 3 mantas y cenando humildemente y casi a oscuras, es cuando Sheila y yo entendimos que estábamos disfrutando de una inolvidable “Lesotho Experience”.
Pony de Lesoto |
Al día siguiente, después de andar 4 km bajo la lluvia y sobre el barro, despedirme de Sheila, ir en coche a Maseru y tomar dos autobuses más, llegue a Malealea, posiblemente el lugar más interesante del país y en donde el Malealea Lodge, una institución turística del país, ha convertido esta zona rural y deprimida en un destino obligado para los viajeros que visitan Lesoto. Malealea tiene todo lo que uno puede buscar: tranquilidad, un buen restaurante, habitaciones encantadoras y todo tipo de actividades entra las que destaca el paseo en pony. Así que, por supuesto, y después de dormir la primera noche en el suelo del comedor del hostel porque no había una sola habitación libre, hice mi paseo en pony a unas cascadas cercanas, conociendo en el camino a simpáticos agricultores y pastores, algunos de ellos niños. El Malealea Lodge ha creado un centro de comercio justo y colabora activamente con la comunidad. En dos días conocí 2 grupos de 20 estudiantes americanos cada uno que pasaban un mes allí, colaborando con los habitantes del poblado, además de varios voluntarios de varios países que están logrando, poco a poco, que Malealea saque la cabeza y sus hijos puedan ir a la escuela en lugar de dedicar su vida al pastoreo.
Y allí, escuchando al coro local que cada tarde canta gratis en el Malealea Lodge y arropándome en la cama a las diez de la noche, cuando los generadores eléctricos del hostel se apagan, iba a estar a punto de terminar la experiencia en este pequeño pero diferente rincón del mundo llamado Lesoto.
Después de tardar demasiado en cumplir la promesa que hice de seguir tu blog y tus andanzas, al fin me he puesto al día y he visto todo lo que has publicado. Menuda envidia que das, aunque yo no sería tan valiente. Sigue deleitandonos con este blog y disfruta a tope de todas las experiencias que se te pongan en el camino.
ResponderEliminarChari
Wow! Lesotho sounds like it was quite an experience. I'm jealous. Keep living the good life!
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