Reconozco que me da un poco de apuro
escribir públicamente sobre Johannesburgo, sabiendo que la gran
Lola García Ajofrín Romero Salazar leerá este post. Lola, que se pasó
el mundial de Sudáfrica en esta ciudad y que se la conoce de día y
sobre todo de noche. Y reconozco también que asumir mi presencia en
Johannesburgo supone romper una regla que intento respetar, que es
aquella que contaba Sabina de
“al lugar donde has sido feliz nodebieras tratar de volver”. Y es que fue aquí, en la ciudad que
todo el mundo abrevia como Joburg, donde España ganó
aquella final del Mundial del 2010 y que yo tuve la suerte de ver en directo junto
con Álvaro Santos. Entre estas dos fotos hay más de dos años y
algún que otro cambio de vida.
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...y dos años después |
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España 1 Holanda 0 |
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¿Por dónde entras tú? |
Johannesburgo, la capital comercial de
Sudáfrica, una de las ciudades más grandes y pobladas de África y
epicentro de los cambios
socio políticos
del país en los últimos años, es el lugar ideal para maravillarse
por la existencia de los dos mundos, el de los blancos y el de los
negros, que viven en sus burbujas particulares y sin tocarse a pesar
de que se cumplan más de 20 años del fin del Apartheid. Es la
ciudad del miedo, del “ni se te ocurra salir a la calle por la
noche”, donde el coche es necesario para comprar el periódico y
donde las casas con vallas electrificadas y los carteles de
“Seguridad con respuesta armada” son moneda común. La ciudad de
paso para la mayoría de los turistas de la zona gracias a su enorme
aeropuerto y el lugar donde, si se buscan atracciones turísticas, es
difícil encontrar más de dos principales:
el museo del Apartheid y el suburbio de Soweto.
El museo del Apartheid es, quizá, el
mejor que haya visitado nunca. Originalmente concebido, perfectamente
documentado y ordenado y con material de sobra para pasar cinco horas
recorriendo sus pasillos al más puro estilo IKEA. De entrada, el
museo impacta: el ticket de entrada al mismo obliga al visitante a
entrar por una de las dos puertas de acceso, la de los blancos o la
de los negros. Esto normalmente te separa durante unos minutos de tu
acompañante, lo que permite experimentar, de verdad, lo que la
segregación racial supuso durante 40 largos años en este país. La
figura de Nelson Mandela, que cuenta con su propio museo dentro de
este, es por supuesto omnipresente, y los pequeños documentales de
15 minutos dan un idea exacta de lo sucedido. Una visita obligada.
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"Al infierno con el Afrikáans" |
Soweto (literalmente South-Western
Township, suroeste de la ciudad) es el suburbio más famoso de
Sudáfrica y quizá del mundo. Nació de las políticas del Apartheid
de segregar a los negros y mestizos a una zona lo suficientemente
apartada del corazón de la ciudad, y representó un papel
fundamental en las revueltas contra las políticas segregacionistas.
En especial en los
disturbios del 16 de junio de 1976, cuando los
estudiantes negros del Distrito protestaron en masa por la
utilización del afrikáans (la lengua de los blancos,
principalmente) en las escuelas y la policía abrió fuego contra los
adolescentes. Este suceso, contado al detalle en el museo de Soweto,
supuso un punto de inflexión en la lucha contra el Apartheid, que
vería el final de sus días en 1990 con el gobierno de De Clerk, la
liberación de Mandela y su victoria en las elecciones de 1994.
Soweto es hoy un suburbio de 4 millones de habitantes, enorme y de
crecimiento descontrolado, donde conviven los negros más pobres con
una nueva clase media que ha sabido hacerse un hueco en una sociedad
con el dinero en manos de los blancos. Es el rayo de luz de esperanza
para este país, como me lo demostró
Smith, nacido en Soweto y que a
juzgar por el coche que conduce ha conseguido escapar del estigma de
pobreza para formar parte de esa nueva clase media que no mira a los
blancos ni con desprecio ni con
complejo de
inferioridad. Smith nos enseñó Soweto (el lugar al que siempre
vuelve, nos dijo), sus museos, la casa original de Mandela (hoy
convertida en otro museo) y uno de los restaurantes típicos del
suburbio, antes de llevarnos al Soccer City Stadium donde,
casualidades de la vida, ambos estábamos dentro aquel 7 de julio de
2010, día de la final.
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Los mejores guías posibles de Soweto |
Tuve la suerte de escuchar a las dos
partes implicadas en este mundo de burbujas que no se cruzan jamás,
ya que pasé dos agradables tardes con Karren, blanca sudafricana y
residente en un hogar con paranoia por la seguridad. Junto a ella
conocí los
restaurantes y locales
nocturnos de blancos, los parques donde los blancos pasean con total
seguridad y los barrios donde es posible aparcar el coche sin temor a
qué se encontrará uno al volver. Karren, encantadora, amabilísima
y consciente de la situación de su país, fue la que me contó que
una mujer tiene derecho a saltarse un semáforo en rojo por la noche,
si viaja sola; que las nuevas leyes de integración laboral de los
negros perjudican gravemente a los blancos y por lo tanto a la
mayoría de las empresas del país; y que hasta que no cumplió 13
años no vio a ningún negro de cerca, porque la vida durante el
Apartheid era feliz e
inconsciente para los
que gozaban de los privilegios.
Uno se marcha de Johannesburgo con la
sensación de que algo importante está pasando ahí fuera, en esas
calles que uno apenas se atreve a pisar y menos aún de noche. Que
algo está cambiando en la polarizada sociedad sudafricana que
alcanza su máxima expresión en la descomunal Joburg. Y que quizá,
dentro de unos años, las burbujas exploten y sus ciudadanos aprendan
a vivir juntos y revueltos.
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