sábado, 20 de octubre de 2012

Johannesburgo o el epicentro de los mundos en burbujas


Reconozco que me da un poco de apuro escribir públicamente sobre Johannesburgo, sabiendo que la gran Lola García Ajofrín Romero Salazar leerá este post. Lola, que se pasó el mundial de Sudáfrica en esta ciudad y que se la conoce de día y sobre todo de noche. Y reconozco también que asumir mi presencia en Johannesburgo supone romper una regla que intento respetar, que es aquella que contaba Sabina de “al lugar donde has sido feliz nodebieras tratar de volver”. Y es que fue aquí, en la ciudad que todo el mundo abrevia como Joburg, donde España ganó aquella final del Mundial del 2010 y que yo tuve la suerte de ver en directo junto con Álvaro Santos. Entre estas dos fotos hay más de dos años y algún que otro cambio de vida.

...y dos años después
España 1 Holanda 0














¿Por dónde entras tú?
Johannesburgo, la capital comercial de Sudáfrica, una de las ciudades más grandes y pobladas de África y epicentro de los cambios socio políticos del país en los últimos años, es el lugar ideal para maravillarse por la existencia de los dos mundos, el de los blancos y el de los negros, que viven en sus burbujas particulares y sin tocarse a pesar de que se cumplan más de 20 años del fin del Apartheid. Es la ciudad del miedo, del “ni se te ocurra salir a la calle por la noche”, donde el coche es necesario para comprar el periódico y donde las casas con vallas electrificadas y los carteles de “Seguridad con respuesta armada” son moneda común. La ciudad de paso para la mayoría de los turistas de la zona gracias a su enorme aeropuerto y el lugar donde, si se buscan atracciones turísticas, es difícil encontrar más de dos principales: el museo del Apartheid y el suburbio de Soweto.

El museo del Apartheid es, quizá, el mejor que haya visitado nunca. Originalmente concebido, perfectamente documentado y ordenado y con material de sobra para pasar cinco horas recorriendo sus pasillos al más puro estilo IKEA. De entrada, el museo impacta: el ticket de entrada al mismo obliga al visitante a entrar por una de las dos puertas de acceso, la de los blancos o la de los negros. Esto normalmente te separa durante unos minutos de tu acompañante, lo que permite experimentar, de verdad, lo que la segregación racial supuso durante 40 largos años en este país. La figura de Nelson Mandela, que cuenta con su propio museo dentro de este, es por supuesto omnipresente, y los pequeños documentales de 15 minutos dan un idea exacta de lo sucedido. Una visita obligada.

"Al infierno con el Afrikáans"
Soweto (literalmente South-Western Township, suroeste de la ciudad) es el suburbio más famoso de Sudáfrica y quizá del mundo. Nació de las políticas del Apartheid de segregar a los negros y mestizos a una zona lo suficientemente apartada del corazón de la ciudad, y representó un papel fundamental en las revueltas contra las políticas segregacionistas. En especial en los disturbios del 16 de junio de 1976, cuando los estudiantes negros del Distrito protestaron en masa por la utilización del afrikáans (la lengua de los blancos, principalmente) en las escuelas y la policía abrió fuego contra los adolescentes. Este suceso, contado al detalle en el museo de Soweto, supuso un punto de inflexión en la lucha contra el Apartheid, que vería el final de sus días en 1990 con el gobierno de De Clerk, la liberación de Mandela y su victoria en las elecciones de 1994. Soweto es hoy un suburbio de 4 millones de habitantes, enorme y de crecimiento descontrolado, donde conviven los negros más pobres con una nueva clase media que ha sabido hacerse un hueco en una sociedad con el dinero en manos de los blancos. Es el rayo de luz de esperanza para este país, como me lo demostró Smith, nacido en Soweto y que a juzgar por el coche que conduce ha conseguido escapar del estigma de pobreza para formar parte de esa nueva clase media que no mira a los blancos ni con desprecio ni con complejo de inferioridad. Smith nos enseñó Soweto (el lugar al que siempre vuelve, nos dijo), sus museos, la casa original de Mandela (hoy convertida en otro museo) y uno de los restaurantes típicos del suburbio, antes de llevarnos al Soccer City Stadium donde, casualidades de la vida, ambos estábamos dentro aquel 7 de julio de 2010, día de la final.

Los mejores guías posibles de Soweto
Tuve la suerte de escuchar a las dos partes implicadas en este mundo de burbujas que no se cruzan jamás, ya que pasé dos agradables tardes con Karren, blanca sudafricana y residente en un hogar con paranoia por la seguridad. Junto a ella conocí los restaurantes y locales nocturnos de blancos, los parques donde los blancos pasean con total seguridad y los barrios donde es posible aparcar el coche sin temor a qué se encontrará uno al volver. Karren, encantadora, amabilísima y consciente de la situación de su país, fue la que me contó que una mujer tiene derecho a saltarse un semáforo en rojo por la noche, si viaja sola; que las nuevas leyes de integración laboral de los negros perjudican gravemente a los blancos y por lo tanto a la mayoría de las empresas del país; y que hasta que no cumplió 13 años no vio a ningún negro de cerca, porque la vida durante el Apartheid era feliz e inconsciente para los que gozaban de los privilegios.

Uno se marcha de Johannesburgo con la sensación de que algo importante está pasando ahí fuera, en esas calles que uno apenas se atreve a pisar y menos aún de noche. Que algo está cambiando en la polarizada sociedad sudafricana que alcanza su máxima expresión en la descomunal Joburg. Y que quizá, dentro de unos años, las burbujas exploten y sus ciudadanos aprendan a vivir juntos y revueltos.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por comentar mi blog. Gente como tú hace que siga teniendo ganas de seguir escribiendo y me da fuerza para continuar con mi viaje.