domingo, 7 de octubre de 2012

Cómo jugarse la vida 3 veces en un día por menos de 200$


Las Cataratas Victoria ofrece al viajero, además de sus espectaculares vistas, algo de lo que pocos lugares en el mundo pueden presumir: la posibilidad de jugarse la vida de múltiples maneras por un puñado de dólares americanos, sin perder el glamour y pensando siempre que uno está haciendo algo exclusivo. Tienen un marketing muy bien montado porque, al igual que yo lo hice, miles de turistas cada año se marchan tan contentos de las cataratas habiendo puesto su vida en juego. Pero la verdad es que el sitio lo merece y, luego, en realidad, tampoco muere tanta gente.

Quizá empujado por el entusiasmo de mi grupo de americanas, de las que hablaré otro día, y a pesar del impacto que produjo en mi ver el puente sobre las cataratas el primer día que llegué, esa misma noche reservé mi plaza para el bungee jumping (lo que nosotros llamamos puenting, vaya) y, como extra, el rafting. Todos teníamos en mente que, teniendo que saltar al día siguiente a las 4 de la tarde, el rafting matutino sería un paseo por el río Zambezi y algo de ejercicio físico Pero no, queridos, más bien todo lo contrario.

El rafting por las Cataratas Victoria está considerado como el más arriesgado y peligroso del mundo, con 22 rápidos de categoría 4, 5 y 6, a lo largo de 24 km de recorrido entre Zambia y Zimbabue. Básicamente consiste en subirse a un bote con 8 personas más incluido el guía y remar y remar hasta que uno llega a los rápidos. El guía, en la parte de atrás, dirige el bote y da las órdenes, pero también se encarga de motivar, meter miedo, bromear con los turistas y reírse un poco de ellos. Mi experiencia se puede resumir así: yo junto con 7 chicas más, una de ellas que no sabía nadar, y ninguno de nosotros habiendo hecho rafting anteriormente. El primer rápido se supera sin problemas, crece nuestra moral, el segundo es pan comido, pero cuando llega el tercero, casi sin darnos cuenta... ¡plof! todos al agua. El rápido ha hecho volcar el bote y la mitad de las compañeras están desaparecidos. Yo también lo he estado, unos doce segundos, el tiempo que el remolino ha tardado en soltarme y el chaleco salvavidas me ha sacado a la superficie. Y eso que he hecho lo correcto: no mover un dedo cuando estés bajo el agua y dejar que el chaleco haga su trabajo. Sigue el caos, poco a poco van apareciendo personas, la última la chica de Botsuana que no sabe nadar. Hay que darle la vuelta a la barca: el guía lo hace y de repente me veo debajo de ella sin poder salir por ningún lado y con serias dificultades de bucear hacia uno de los extremos, ya que el chaleco salvavidas hace su trabajo. Otros 12 segundos bajo el agua y, al fin, puedo respirar y subir al bote. “Seguid remando”, nos grita el guía. Hemos superado uno de los rápidos de categoría 5, pero estamos asustados, quedan 16 rápidos más y como que no nos apetece salir volando en cada uno de ellos, pero seguimos. Así llegan los demás rápidos, en unos la barca vuelve a volcar, en otros todos los pasajeros de la izquierda salen volando, en otros los remos desaparecen y en otros rápidos, como el número 9, sencillamente nos bajamos del bote y hacemos a pie el camino mientras observamos con pánico lo que le sucede a nuestro medio de transporte: es violentamente engullido por las olas y las corrientes del rápido: se trata del “Suicidio Comercial”, nombre dado a un rápido por el que está prohibido pasar con personas dada su peligrosidad. Gracias, guía, te debemos una.

La experiencia del rafting es inolvidable, en todos los sentidos. A veces el guía te deja tirarte del bote y nadar un rato, o atravesar algunos pequeños rápidos nadando. Pero a veces te grita y te pide que subas inmediatamente al bote, que ha visto un cocodrilo en la orilla. ¿Perdona? Sí, un cocodrilo de los muchos que, al parecer, viven en la orilla del Zambezi. Cosas que no te dicen al principio pero que luego uno comprueba con sus propios ojos. Bueno, creo que ya no voy a nadar por el río, me temo...

Cuando, tres horas después, uno termina el recorrido, sube los 500 metros de desnivel por unas escaleras hechas con palos y es agraciado con un poco de comida y bebida, reflexiona sobre lo que acaba de hacer, y no sabe si quedarse con botes volando, cocodrilos en la orilla o rápidos que reciben el nombre de “La Lavadora”, donde, siguiendo el consejo del guía, uno hace lo posible por no soltar las cuerdas del bote, porque el remolino del rápido, si te engancha, parece ser que no te suelta. Pero en nuestro caso la reflexión de cómo nos habíamos jugado la vida duró poco, porque apenas dos horas después estábamos en el famoso puente, listos (o no tan listos) para la experiencia del puenting.

El Bunyee jumping de Cataratas Victoria dicen que es el tercero mas alto del mundo. 111 metros, 4 segundos de caída libre y sólo un accidente en 25 años de historia (por supuesto, lo primero que preguntas cuando reservas tu plaza). Básicamente, consiste en que te ajustan una cuerda elástica por los tobillos, te asomas al precipicio, miras al frente y un simpático señor que vive de eso te dice “5,4,3,2,1 Bunyeeeeeee” y te pega un empujón para que salgas volando catarata abajo. ¿Qué se siente? Negación, pánico, sudor frío y palidez extrema justo antes de saltar. Parada cardíaca y contracción muscular cuando uno salta. Embriaguez, locura y presión sanguínea en la cabeza cuando uno está colgado cual longaniza de pascua esperando que vengan a recogerle. Euforia, descontrol y ganas de repetir cuando uno vuelve al puente y se encuentra con sus amigos.

Para aquellos que se lo estén pensando, o simplemente aquellos que quieran corroborar mi grado de locura, pueden ver el vídeo aquí.








Y como uno ya ha comprobado que posiblemente este no es el día que le toca morir, decir hacer la menor locura de las locuras del día, que es visitar la Isla de Livingstone, en el lado de Zambia, y acercarse a las conocidas como“Devils pools” o piscinas del Diablo. Se trata de la bonita experiencia de saltar a una poza en el precipicio de las Cataratas y asomarse por el mismo. Una atracción turística muy bien medida en la que un salto medio metro más allá del lugar adecuado le permite hacer el segundo puenting de la jornada pero sin necesidad de cuerdas y mucho más barato.

2 comentarios:

  1. Me ha encantado descubrir tu blog justo el día después de aquel "en el que no te tocó morir"..jejej
    Como ya sé que estás disfrutando, sólo te deseo salud y suerte. Que no es poco,eh? jejejj. Seguiré tus aventuras por aquí.
    Cuídate. Besos ;-)

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  2. No hay empujón, te tiras tu solito!!!!! El sólo te mantiene recto, yo también quierooooooooooooooooooooo!!!!!

    Besos. Carol.

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Gracias por comentar mi blog. Gente como tú hace que siga teniendo ganas de seguir escribiendo y me da fuerza para continuar con mi viaje.