En Namibia el sol sale de detrás de
una duna y se pone en alguna playa del Atlántico donde miles de
focas hacen un ruido ensordecedor.
Uno se despierta temprano para ver
desayunar a las jirafas en Etosha, y se
acuesta más pronto aún con la hoguera todavía humeante al lado de
la tienda de campaña, en Namibia.
El tiempo pasa despacio en Namibia
cuando se espera la llegada de un rinoceronte sediento a la charca
donde el turista aguarda, pero los segundos son eternos cuando se
desciende a toda velocidad por una duna, subido a una tabla de
sandboarding.
El sol quema la frente a mediodía en
alguna salina naturalmente decorada con árboles petrificados, pero
el frío del desierto congela el cuerpo incluso dentro de las tiendas
de campaña,a pesar de la excelente compañía, en Namibia.
Namibia te recibe con una sonrisa si
tienes suerte de conocer a personas
maravillosas como Sarah Kasupi, y te despide con otra cuando la
funcionaria de la frontera no deja de mirarte mientras escanea tu
pasaporte.
Hasta pronto, Namibia.
La de cosas que pasan, en Namibia
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